Y en una noche que parecía haberse detenido en un limbo cósmico, deserté de mi condición de asceta virtual, me enchufé al emisor metálico que relampagueaba con destellos desde la pantalla y en alguna parte del otro lado del universo, una voz sin sonido resonó como un eco interminable dentro mío. Todo comenzó con un punto. Negro y pequeño, titilaba en la pantalla buscando quizás otro punto ínfimo. Suave y con el cuidado de quien desactiva una bomba, letra a letra y espera contra espera se abrió de a poco la escotilla que contiene a los mundos. Y de pronto, como una cascada contenida en un dique gigante que de pronto es invitada a fluir por la compuertas, el aire y la sangre en forma de palabras manaron invadiéndolo todo, humedeciendo los huesos de la mente, tornando todo más entero, más cabal, lleno de fotones de luz ámbar. Y no hubo retorno, el magma iba y volvía desgranando el alma de ambos. Rarísimo. No tuve sueño a pesar de las altas hora y de mi poca afición a las madrugadas ext...
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