Era una historia acerca de la unidad. Un fragmento recortado del magma de la eternidad. El cubículo áureo, pálido segmento de una porción mayor de integridad y cohesión. Todo aquello era apenas el receptáculo amorfo de una pasión ilimitada por el conocimiento, la quintaesencia de lo invalorado y a la vez deseado. No había palabras en el idioma de los inventos para describir la soberbia pieza de ingeniería arbitral que se había conformado en esa particular dimensión. Los espacios se cubrieron con el necesario humo distractor y migraban de complejas formas armónica a infaustas muestras de ardor pictórico. Leves arrebatos plasmados en la tela rústica de un pasado mal recordado. Su situación era apenas más viable que la del soldador de hierros ácidos que reparaba toda la caballería metálica bimotor. Desde hacía un tiempo se le hacía pesado el trabajo y ya no le daba esa comezón al reparar los rayos de los ciclomotores como antaño. Mejoró su técnica a tal punto que desafiaba a quien q...
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