En la orilla del espasmo y entre los poros de la angustia, distribuyó su poco agraciada capacidad de adaptación al mundo y se replegó sobre sí mismo como un gecko atolondrado. Respiró profundo sintiendo el frío intenso en el centro de su frente como si los pulmones su hubiesen ido de visita al norte del cuerpo. Había incienso en la sala y muchas velas encendidas, rojas, ámbar y algunas con brillantina de plata. Se sentó sobre una poltrona de cuero rústico y se durmió. Soñó que comía helado de fresa mientras flotaba entre las casas de su barrio sin ser visto. Su pierna derecha medía como cien metros y vestía un gorro de lana entretejido con espuelas de hierro. Su novia francesa lo despertó. Trajo albóndigas y dos tarros de miel que compró a una anciana del pueblo que solía venir hacia la primavera. Su primera impresión fue de alarma. No había salido aún de su estado sepulcral de pánico y horror continuo y de la incesante sensación de inutilidad y vacío pero había encontrado ci...
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Lo curioso era que hasta el momento no podía comprender como existía tal cosa como un segmento del infinito. Trataba de imaginar la partición de un espacio sin límites y le parecía una aberración. Sin embargo, y para hacer los correspondientes cálculos requería de las matemáticas y éstas le presentaban la posibilidad de trabajar con partes aisladas. Supuso que aún siento una abstracción podía contener un aspecto concreto como si se tratara de una formulación de uso común para manejar conceptos más complejos pero luego se percató de que aquello era una trampa: si la totalidad sin principio ni fin podía ser particionada no había en su esencia una continuidad sino una serie de sumas de elementos y eso lo desesperaba. Era cierto sin embargo que tanto el espacio como el tiempo constreñían el pensamiento a solo cuatro dimensiones y aquello se sabía incompleto. Pensó entonces en sumar la condensación como una dimensión aglutinante y la imaginaba como la gelatina que comienza a tener forma a...