El incierto camino hacia la libertad es un mar plagado de las más oscuras peticiones del alma. La santidad no nos incumbe ni la arrogancia nos asusta. Somos como criaturas que nunca existieron, miríadas de estrellas ya muertas. El fracaso de la creación. Ante las desesperadas y frágiles esperanzas de los cobardes solo respondemos con desdén. Inculcamos en nuestros hijos la aberración de la suspicacia sin entrenarlos en el arte de matar. ¡Ay de nosotros pequeños pordioseros, mendigos desterrados y odiados por los dioses! Solo el hambre y el fin calmará nuestras ansias de morar en los senos de la beatitud. ANXIA DE MORAES, 1123 "LÁGRIMAS PIADOSAS" CODEX VIII BIBLIOTECA URANUM, MARSEI
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Mostrando entradas de junio, 2011
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Para ingresar al monasterio había que cumplir con algunos requisitos indispensables. Para salir del mismo los mismos eran aún más difíciles. Pocos entraban. Casi ninguno lograba salir. El eje del programa de entrenamiento era la disciplina pero el meridiano de aplicación consistía en resolver los enigmas fundamentales acerca del Potá Porá. Esta yerba de origen desconocido (algunos insistían que era extraterrestre) era el motivo de estudio de los mil quinientos monjes que habitaban la cima del Monte Opus. Nosotros éramos infiltrados. Nuestra misión consistía en decomisar toda la yerba posible. Al tiempo de vivir entre estas gentes asumimos todas las formas y costumbres, aprendimos todos los ritos y secretos y ahora estamos frente a un dilema. La yerba efectivamente es poderosa y adictiva. Ningún monje ha salido indemne. Todos ven los que nosotros llamamos alucinaciones. Lo curioso es que todos ven exactamente lo mismo. Sospechamos al comienzo de alguna clase de sugestión colectiva o una...
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El centeno era la semilla más común en aquella época. La leche de cabra y el aceite de ristra constituían los fundamentos de la alimentación. En Andrómeda la vida era simple, las tareas sencillas y las gentes amables. Pero un día llegaron los hombres en extrañas carrozas voladoras. Traían armas poderosas y nos sometieron. Hace cinco siglos que somos sus esclavos. Hoy, el cometa rojo cruzará el cielo y comenzará la revolución. Las profecías dicen que los expulsaremos. No lo sé, he esperado mucho tiempo la llegada de este momento y ahora no sé si quiero dejar mis cadenas. Me llamo Luti y si leen estas notas es que estoy con mis ancestros contemplando la sinfonía del mundo. ROBERT MOLLINER, 1943 "LOS GIGANTES DE ANDRÓMEDA" ED. Aquanauta
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La entrada a la basílica de Luccageni estaba custodiada por dos guardias del cuerpo especial de reserva. Ambos eran fornidos, y estaban fuertemente pertechados. Sus facciones parecían talladas por una daga experta en el arte de intimidar. Tenían unos extraños gorros de al menos tres metros y medio de color rojo y que terminaban en un gran copete con un penacho negro que caía hasta el piso. En sus manos sostenían lanzas de acero que parecían guadañas. Pero lo más extraño eran sus rostros. No eran humanos sino que eran sapos. Inmensos ojos amarillos desbordaban sus rostros y la boca ¡esa boca! eran inmensa y húmeda. A pesar de lo inquietante de la situación decidimos avanzar. TARI KORINNEN, 1999, "MAR AZUL Y VERDE" ED. LARSEN
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Siento cosas que no comprendo. Tengo hambre en los pulmones y mi estómago me pide aire. Mi vida se ha dado vuelta y me soy como un búfalo con branquias. Ya nada se me hace real. el otro día miré un cuadro. Era todo rosa y verde y había algunas líneas que solo se podrían definir como indecorosas. ¿Cómo por Dios santísimo se pueden combinar esos colores y cruzarlos con franjas que piden a gritos que las quiten?. Cada vez que tomo una respiración profunda siento que algo en mí se quiebra, como un vidrio frágil, como un fuego al que le quedan pocas brasas por quemar. El cielo se llena de escamas cuando hablo y tampoco entiendo que quieren conmigo allí arriba. No creo que se trate de almas en pena ni de ovnis ni tampoco del fenómeno de la lluvia ácida pero estoy seguro que algún día sabré el porqué del porqué. Moriré mañana en la horca y aún así soy feliz. SALVADOR MARA, "CARTAS DESDE EL PATÍBULO DE DIOS", 1978 DE. LABERTINO
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La luz está apagada. El infierno no posee candelabros ni velas como mucho ingenuos creen. Es oscuro. Ni se ve, ni se huele nada. No hay tal azufre. Ni un gran demonio alado con cuernos y mirada terrible. Tampoco existen esos pequeños diablos que atormentan humanos en desgracia como en las pinturas de El Bosco. En el infierno no hay nada, ni siquiera hay ausencias. Solo un inmenso y eterno infinito de nada. Y me siento muy sola. GUILLERMINA DE KIPLING, 1711 MEMORIAS DE UNA HEREJE SIN REDENCIÓN (CODEX URBANUS VATICANO)