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Mostrando entradas de agosto, 2015
Desarrollaba su actividad disfrazado. Se movía entre las sombras. Calculaba sus pasos. Sabía hacerse invisible. Planificaba. Disponía de recursos y administraba sus energías con justeza. Era hábil, sagaz, seguro, confiado, ágil, sereno, inmutable, silencioso, poseía una memoria prodigiosa y jugaba sus piezas como una ajedrecista maestro. Sabía manejar las fuerzas de la naturaleza en todas sus formas, desde la magia negra a la blanca. Conocía hechizos, portales invisibles, túneles secretos. Sabía relacionarse con las fuerzas elementales y dominaba en alguna medida al fuego y al agua, al viento y a la tierra. Era bueno invocando truenos y podía captar la energía de los relámpagos. Había hecho llover y granizar. Podía mover las masas de aire para hacer caer lluvia o nieve. Su relación con la temporalidad era tan estrecha que viajaba en el tiempo, a futuros remotos y a pasados perdidos. Supo así, ser un arqueólogo del futuro y trajo para su mundo la memora de tiempos por venir. Viajaba...
Creó en su mente un refugio. Levantó paredes gruesas, clavó estacas de hierro, untó con cemento las juntas. Techó con maderas duras y revistió todo con placas inexpugnables. Apenas dejó espacio para que ingrese la luz a través de ventanas de doble vidrio y esmeriladas. Puso candados, varias llaves y forró el piso con mármol frío. Una vez adentro se agazapó en una esquina, armado hasta los dientes. Una escopeta lista para echar fuego y una pistola, dos cuchillos y un atado de dinamita. Tenía a su lado fósforos suficientes para incendiar un bosque. Se recostó a lado de la heladera repleta de víveres. Las latas de conserva completaban la acumulación rabiosa de existencia hecha comida. Allí se quedó por mucho tiempo. Y así permaneció en silencio y expectante, aguardando la menor señal de intrusión para disparar a matar y morir si fuese necesario para defender el núcleo central de su existencia. Quería mantener lejos cualquier mínima posibilidad de salir herido. Y así forjó a...