Para ingresar al monasterio había que cumplir con algunos requisitos indispensables. Para salir del mismo los mismos eran aún más difíciles. Pocos entraban. Casi ninguno lograba salir. El eje del programa de entrenamiento era la disciplina pero el meridiano de aplicación consistía en resolver los enigmas fundamentales acerca del Potá Porá. Esta yerba de origen desconocido (algunos insistían que era extraterrestre) era el motivo de estudio de los mil quinientos monjes que habitaban la cima del Monte Opus. Nosotros éramos infiltrados. Nuestra misión consistía en decomisar toda la yerba posible. Al tiempo de vivir entre estas gentes asumimos todas las formas y costumbres, aprendimos todos los ritos y secretos y ahora estamos frente a un dilema. La yerba efectivamente es poderosa y adictiva. Ningún monje ha salido indemne. Todos ven los que nosotros llamamos alucinaciones. Lo curioso es que todos ven exactamente lo mismo. Sospechamos al comienzo de alguna clase de sugestión colectiva o una poderosa inducción por parte de las autoridades. Con el tiempo pudimos constatar que el otro mundo existía y que solamente había que escindirse, partir el eje de nuestra construcción psíquica y podíamos acceder a la otro lado de la inmensidad.
Hoy no sabemos si estamos vivos o muertos pero deseamos quedarnos aquí. Los monjes que siempre supieron de nuestras intenciones nos tratan con cariño, a veces pienso que incluso con lástima. Siete mil años de continuidad ininterrumpida les habían enseñado a ser tolerantes. Hace solo doscientos años que vivimos aquí y no extrañamos a nadie.
WILFRED OMAN-STRAUSS, 1976 "ESCINDIDOS" ED. PALATEA
Hoy no sabemos si estamos vivos o muertos pero deseamos quedarnos aquí. Los monjes que siempre supieron de nuestras intenciones nos tratan con cariño, a veces pienso que incluso con lástima. Siete mil años de continuidad ininterrumpida les habían enseñado a ser tolerantes. Hace solo doscientos años que vivimos aquí y no extrañamos a nadie.
WILFRED OMAN-STRAUSS, 1976 "ESCINDIDOS" ED. PALATEA