Los hanukis creían en lo que llamaban la "respiración tridimensional", una audaz y original forma de incorporar oxígeno por distintas partes del cuerpo.
El pueblo provenía de una elite guerrera y no tenía miedo a los sacrificios y penurias estaba por lo tanto preparado para hacer lo necesario con tal de adquirir algún nuevo poder.
Los sacerdotes concibieron la manera de duplicar la cantidad de aire en un mismo cuerpo.
Cuando bebés a los hanukis les cortaban la nariz desde la base, dejando los huecos que quedaban hasta que cicatrizara. Luego, en un ritual complejo en el que no escaseaban los ungüentos y los salmos, lograban algo así como la momificación de las narices. Cubrían la pequeña nariz con lino y la perfumaban con cilantro. Así la nariz se conservaría por mucho tiempo.
Una vez crecidos los niños y niñas pasaban por otros ritos de iniciación durante la pubertad. Dentro de una gran caverna que olía a incienso y láudano, los sacerdotes-cirujanos practicaban dos pequeñas incisiones en diferentes partes del cuerpo. Podía ser en los pies o en el omóplato y en algunas ocasiones en el pecho o en el antebrazo.
Los jóvenes hanukis soportaban el dolor con el clásico estoicismo de su raza ayudados también por poderosos narcóticos.
Cuando cumplían quince años los hombres y trece las mujeres, eran convocados al gran altar que consistía en una piedra octogonal con una hiedra alrededor de un gran palo de madera.
Allí, en una ceremonia solemne y formal se les entregaban sus narices, cortadas al nacer. Las madres lloraban de emoción y los padres se mantenían alertas y erguidos.
Los jóvenes que hasta allí respiraban por los huecos que les habían dejado, ahora podían hacer lo que llamaban la "transrespiración" o respiración tridimensional.
El método consistía en colocar la nariz con sus manos en los huecos hechos previamente y aplicar un poco de calor, sea con el aliento o con un trapito embebido con aguardiente. Así, y ante el contacto con la embalsamada nariz el hueco se abría y por allí podían respirar.
Así lograban que la cantidad de aire se duplicara y por lo general tenían lo que hoy se conoce como hiperventilación. A nosotros estas prácticas nos pueden parecer bárbaras o inhumanas pero el hecho de que el promedio de vida de los hanukis era de trescientos cincuenta años nos debiera hacer reflexionar.
J. KAMMERLE, 1822 "ESTUDIOS SOBRE PUEBLOS OLVIDADOS DE LAS INDIAS SEPTENTRIONALES" Ed: Signosis
El pueblo provenía de una elite guerrera y no tenía miedo a los sacrificios y penurias estaba por lo tanto preparado para hacer lo necesario con tal de adquirir algún nuevo poder.
Los sacerdotes concibieron la manera de duplicar la cantidad de aire en un mismo cuerpo.
Cuando bebés a los hanukis les cortaban la nariz desde la base, dejando los huecos que quedaban hasta que cicatrizara. Luego, en un ritual complejo en el que no escaseaban los ungüentos y los salmos, lograban algo así como la momificación de las narices. Cubrían la pequeña nariz con lino y la perfumaban con cilantro. Así la nariz se conservaría por mucho tiempo.
Una vez crecidos los niños y niñas pasaban por otros ritos de iniciación durante la pubertad. Dentro de una gran caverna que olía a incienso y láudano, los sacerdotes-cirujanos practicaban dos pequeñas incisiones en diferentes partes del cuerpo. Podía ser en los pies o en el omóplato y en algunas ocasiones en el pecho o en el antebrazo.
Los jóvenes hanukis soportaban el dolor con el clásico estoicismo de su raza ayudados también por poderosos narcóticos.
Cuando cumplían quince años los hombres y trece las mujeres, eran convocados al gran altar que consistía en una piedra octogonal con una hiedra alrededor de un gran palo de madera.
Allí, en una ceremonia solemne y formal se les entregaban sus narices, cortadas al nacer. Las madres lloraban de emoción y los padres se mantenían alertas y erguidos.
Los jóvenes que hasta allí respiraban por los huecos que les habían dejado, ahora podían hacer lo que llamaban la "transrespiración" o respiración tridimensional.
El método consistía en colocar la nariz con sus manos en los huecos hechos previamente y aplicar un poco de calor, sea con el aliento o con un trapito embebido con aguardiente. Así, y ante el contacto con la embalsamada nariz el hueco se abría y por allí podían respirar.
Así lograban que la cantidad de aire se duplicara y por lo general tenían lo que hoy se conoce como hiperventilación. A nosotros estas prácticas nos pueden parecer bárbaras o inhumanas pero el hecho de que el promedio de vida de los hanukis era de trescientos cincuenta años nos debiera hacer reflexionar.
J. KAMMERLE, 1822 "ESTUDIOS SOBRE PUEBLOS OLVIDADOS DE LAS INDIAS SEPTENTRIONALES" Ed: Signosis