Adasio de Lovellace era inventor. A la sazón ingeniero, constructor de puentes y acueductos, pintor de bóvedas y escultor dotado.
Sin embargo la mayor parte de su trabajo consistía en ser contratado como ingeniero de guerra.
Durante el sitio a la Ciudadela de la Gran Torre pudo poner a prueba sus habilidades como inventor y estratega.
Contratado por Teodosio II para crear alguna clase de máquina destructora para el asedio a a la Gran Torre, construyó un sistema de ataque basado en lo que llamó la una "multi catapulta".
El sistema estaba basado o tanto en la efectividad de las palancas para arrojar objetos, como en los objetos en sí mismos.
Sin embargo, la gran pasión y aquello que le quitaba el sueño al inventor era construir una máquina para viajar por el tiempo.
Creía haber encontrado la manera de armar un dispositivo para trasladarse físicamente de un núcleo espacio-temporal a otro, haciendo confluir los nodos magnéticos y generando ciertos portales susceptibles de ser previstos para así cruzarlos a voluntad.
La llamó la "máquina del Equinoccio" y solo le hacía falta conseguir la materia prima para el combustible.
Aquí radicaba la dificultad principal.
Había podido deducir que para mover semejante aparato y ponerlo en las frecuencias necesarias para traspasar con efectividad los portales, debía contar con alguna clase de combustible que no solo propulsara la máquina sino que generara un campo de protección alrededor de la misma que la protegiese de ser absorbida y desgranada como si fuese agua pasando por una alcantarilla. Para ello necesita una sola cosa: rubíes.
En cantidades que no se hallaban en casi ningún lado.
Una vez molidos con un mortero de piedra granítica, el polvo rojo se mezclaría con néctar de los jugos gástricos de cierto insecto del sur de Francia parecido a una abeja pero sin líneas amarillas en la cola.
Ese néctar actuaría -según Adasio- como catalizador, haciendo que la energía contenida en el polvo de rubíes se activara para generar un campo energético de proporciones épicas.
El otro ingrediente era agua, mucha agua.
Había previsto para eso, una inmensa pileta en el patio de su casa, tan grande como para que se bañaran unas quinientas personas. La tenía tapada y escondida y le había llevado alrededor de un año cavar semejante pozo y rellenarlo con material.
Según sus estudios, el polvo de rubíes activado con el néctar una vez esparcido en el estanque de agua
produciría una combinación que haría que todo el agua se evaporara en cuestión de segundos quedando en cambio una pasta moldeable roja, brillante y tremendamente poderosa.
Así, durante la primavera de 1243, en el sur del condado de Sur-La-Trompe se preparó el sitio y Teodosio II se puso al frente de un ejército de unos cincuenta mil hombres entrenados y disciplinados.
El invento en cuestión consistía en un secreto bien guardado y ni siquiera los altos oficiales sabían de que se trataba.
Adasio había preparado unas bolas hechas de diferentes piedras pulverizadas a las cuales cambió el peso específico alterando algunos componentes químicos de la materia.
Con los simples elementos con los que contaba había logrado alterar la cadena de átomos a tal punto que una pieza de cincuenta centímetros llegaba a pesar en el momento del impacto, unas seis toneladas.
Tuvo que diseñar también un complejo sistema para la carga de las multicatapultas.
El obstáculo principal podría haber sido el peso de las bolas en cuestión ya que no hubiesen podido siquiera ser trasladadas.
Pero el ingenio de Adasio era grande y su conocimiento del arte de la transmutación no era menor.
Así, diseñó un proceso más que un objeto.
Consistía en que cuando las bolas eran transportadas y cargadas no pesaban más que una piedra común. En el momento de ser colocadas sobre el molde de las catapultas, se las rociaba con una aceite especial, compuesto de grasa de cordero y tripas de zorro mezcladas al calor y con el agregado de alcohol de quemar.
Esto era altamente combustible y además sumamente resbaloso.
En los instantes previos a ser arrojada la bola, se esparcía una humo negro y espeso que flotaba en el aire impidiendo respirar.
Era tan tóxico que tuvo que diseñar una máscaras especiales para que los soldados no murieran en el acto. Entonces, una vez untada la bola y preparada la catapulta y soltado el humo al aire, la combinación le daba unos treinta segundos para que ambos ingredientes se pusieran en contacto.
Una vez sucedido esto, se generaba una mutación en la materia y los micro elementos cambiaban de forma produciendo que el peso de la bola aumentara miles de veces en cuestión de segundos.
Para que esto no ocurriera antes de ser lanzado -lo que hubiese inutilizado las catapultas- el efecto se producía cuando la bola estaba cayendo, en arco y justo unos segundos antes de impactar sobre el objetivo.
El diseño de multicatapultas aseguraba que salieran cientos de tiros en unos pocos minutos.
Para la víctima de semejante ataque, aquello era equivalente a la caída mil ciudades sobre el espacio. Casi peor que una maldición divina.
El invento dio resultado y Teodosio II conquistó la torre y la ciudadela.
Adasio fue recompensado como le fue prometido con todos los rubíes del reino.
Terminó de construir su máquina, hizo polvo con millones de rubíes y los mezcló con el néctar; arrojó la mezcla al agua y formó la pasta iridiscente.
Nunca más se lo volvió a ver ni vivo ni muerto.
Algunos dicen que era un brujo con poderes sabáticos y oscuros. Otros creen que fue el primer navegante de las estrellas
TOMAS LORRENSEN, 1968 "HISTORIAS DE BRUJOS" (Ed. Noccis)
Sin embargo la mayor parte de su trabajo consistía en ser contratado como ingeniero de guerra.
Durante el sitio a la Ciudadela de la Gran Torre pudo poner a prueba sus habilidades como inventor y estratega.
Contratado por Teodosio II para crear alguna clase de máquina destructora para el asedio a a la Gran Torre, construyó un sistema de ataque basado en lo que llamó la una "multi catapulta".
El sistema estaba basado o tanto en la efectividad de las palancas para arrojar objetos, como en los objetos en sí mismos.
Sin embargo, la gran pasión y aquello que le quitaba el sueño al inventor era construir una máquina para viajar por el tiempo.
Creía haber encontrado la manera de armar un dispositivo para trasladarse físicamente de un núcleo espacio-temporal a otro, haciendo confluir los nodos magnéticos y generando ciertos portales susceptibles de ser previstos para así cruzarlos a voluntad.
La llamó la "máquina del Equinoccio" y solo le hacía falta conseguir la materia prima para el combustible.
Aquí radicaba la dificultad principal.
Había podido deducir que para mover semejante aparato y ponerlo en las frecuencias necesarias para traspasar con efectividad los portales, debía contar con alguna clase de combustible que no solo propulsara la máquina sino que generara un campo de protección alrededor de la misma que la protegiese de ser absorbida y desgranada como si fuese agua pasando por una alcantarilla. Para ello necesita una sola cosa: rubíes.
En cantidades que no se hallaban en casi ningún lado.
Una vez molidos con un mortero de piedra granítica, el polvo rojo se mezclaría con néctar de los jugos gástricos de cierto insecto del sur de Francia parecido a una abeja pero sin líneas amarillas en la cola.
Ese néctar actuaría -según Adasio- como catalizador, haciendo que la energía contenida en el polvo de rubíes se activara para generar un campo energético de proporciones épicas.
El otro ingrediente era agua, mucha agua.
Había previsto para eso, una inmensa pileta en el patio de su casa, tan grande como para que se bañaran unas quinientas personas. La tenía tapada y escondida y le había llevado alrededor de un año cavar semejante pozo y rellenarlo con material.
Según sus estudios, el polvo de rubíes activado con el néctar una vez esparcido en el estanque de agua
produciría una combinación que haría que todo el agua se evaporara en cuestión de segundos quedando en cambio una pasta moldeable roja, brillante y tremendamente poderosa.
Así, durante la primavera de 1243, en el sur del condado de Sur-La-Trompe se preparó el sitio y Teodosio II se puso al frente de un ejército de unos cincuenta mil hombres entrenados y disciplinados.
El invento en cuestión consistía en un secreto bien guardado y ni siquiera los altos oficiales sabían de que se trataba.
Adasio había preparado unas bolas hechas de diferentes piedras pulverizadas a las cuales cambió el peso específico alterando algunos componentes químicos de la materia.
Con los simples elementos con los que contaba había logrado alterar la cadena de átomos a tal punto que una pieza de cincuenta centímetros llegaba a pesar en el momento del impacto, unas seis toneladas.
Tuvo que diseñar también un complejo sistema para la carga de las multicatapultas.
El obstáculo principal podría haber sido el peso de las bolas en cuestión ya que no hubiesen podido siquiera ser trasladadas.
Pero el ingenio de Adasio era grande y su conocimiento del arte de la transmutación no era menor.
Así, diseñó un proceso más que un objeto.
Consistía en que cuando las bolas eran transportadas y cargadas no pesaban más que una piedra común. En el momento de ser colocadas sobre el molde de las catapultas, se las rociaba con una aceite especial, compuesto de grasa de cordero y tripas de zorro mezcladas al calor y con el agregado de alcohol de quemar.
Esto era altamente combustible y además sumamente resbaloso.
En los instantes previos a ser arrojada la bola, se esparcía una humo negro y espeso que flotaba en el aire impidiendo respirar.
Era tan tóxico que tuvo que diseñar una máscaras especiales para que los soldados no murieran en el acto. Entonces, una vez untada la bola y preparada la catapulta y soltado el humo al aire, la combinación le daba unos treinta segundos para que ambos ingredientes se pusieran en contacto.
Una vez sucedido esto, se generaba una mutación en la materia y los micro elementos cambiaban de forma produciendo que el peso de la bola aumentara miles de veces en cuestión de segundos.
Para que esto no ocurriera antes de ser lanzado -lo que hubiese inutilizado las catapultas- el efecto se producía cuando la bola estaba cayendo, en arco y justo unos segundos antes de impactar sobre el objetivo.
El diseño de multicatapultas aseguraba que salieran cientos de tiros en unos pocos minutos.
Para la víctima de semejante ataque, aquello era equivalente a la caída mil ciudades sobre el espacio. Casi peor que una maldición divina.
El invento dio resultado y Teodosio II conquistó la torre y la ciudadela.
Adasio fue recompensado como le fue prometido con todos los rubíes del reino.
Terminó de construir su máquina, hizo polvo con millones de rubíes y los mezcló con el néctar; arrojó la mezcla al agua y formó la pasta iridiscente.
Nunca más se lo volvió a ver ni vivo ni muerto.
Algunos dicen que era un brujo con poderes sabáticos y oscuros. Otros creen que fue el primer navegante de las estrellas
TOMAS LORRENSEN, 1968 "HISTORIAS DE BRUJOS" (Ed. Noccis)