Cuando el vacío arrastra sobre su espalda infinita, aroma a incienso y agua de jazmín, delata que ha perdido, en mitad del camino, su costumbre ancestral de contar los hilos de plata apelmazados de las almas aferradas a su sino de olvido y cantos perdidos.
En el andar lento y parco sobre piedras y parques de miel, se desvanece en el aire como un amplio círculo de fuego y sonidos estridentes, tan larga es su cola de ave negra, tan ausente su llamado a la misericordia y el perdón.
En el centro de la estancia de un vuelo en círculos, siempre llevado por el remolino de las vivencias humanas, tan distantes de la vida y tan alejadas de la muerte. Incluso al entonar sus himnos de muda guerra, se contiene como un niño perdido, entre la soledad y un destierro no querido.
Pasa como en todos los mundos, que la más leve caricia se convierte en un viento que se eleva, en una canción que no suena, y persigue su cola en el más solitario juego de canibalismo autoinfringido.
La implosión de las ideas, la sangre que estalla y el rencor vuelto pasado, discurren entre los canales cultivados por los años y la insistencia.
Nada puede contra la nada. El axioma de la eterna vuelta al punto nodal de la estructura sin forma que nada contiene y que todo lo traga, implica la caída al más hondo de los pozos sin luz ni tierra, sin frescor ni ardientes llamas.
Solo por pensar, que tal vez un día, en medio de tanta inconsecuencia, el ciclo se eterniza en la memoria  solitaria como una oruga que dejara, como una crisálida abortada, a mitad de camino su  ciclo de transformación hacia el horizonte más pleno y que efectivamente se produzca el milagro de la infinita carga de luz volando hacia un nuevo y redimido espacio secreto.

AIXA MALLORY-LEKS 1899 "DEL SER Y LA MEMORIA" (Ed. Pailen)

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