Había llegado de muy lejos y estaba perdido.
No podía precisar si había recorrido el tiempo o el espacio pero sabía que su hogar y su pasado habían quedado en un lugar inaccesible y que de aquí en adelante solo sería parte de sus recuerdos y luego apenas un rastro perdido en la bruma del olvido.
Su nave era extraña. Un gran ovoide que brillaba a la luz del sol con un reflejo pálido y seco como aluminio pulido. Tenía unas marcas grabadas al costado, los símbolos que identificaban aquel vehículo como perteneciente a la flota sagrada de la constelación.
Una joya de la ingeniería aeroespacial proveniente del más lejano de los mundos, el universo de Yuam.
Allí todos eran guerreros. La comunidad se basaba en los estrictos preceptos del arte de la guerra y la cacería.
Eran entrenados desde pequeños en todos y cada uno de los aspectos de la batalla, las armas, estrategia y táctica militar y de asalto.
Eran verdaderos depredadores en un universo sin lugar para los débiles.
Cuando por error de cálculo o por simple acción de la rueda de los accidentes, Piri Nomo cayó en las costas de una isla del sur del planeta tierra, preparó sus armas con la sola idea de salir a cazar lo que fuera que existiera allí afuera.
En las islas había poco para cazar y menos aún para guerrear. Los nativos eran seres pacíficos sin ningún interés en el combate, que vivían de la pesca y de los ricos y abundantes frutos que daba la tierra.
De a poco se fue adaptando.
Sabía ya que salvo que ocurriera un milagro cuántico, él ya no volvería a su vida anterior y que en caso de que lo hiciese, incluso su vida corría peligro ya que no había bienvenida para guerreros sin trofeos valiosos.
Su aspecto era similar en algunos aspectos a los terráqueos.
Sin embargo su fuerte musculatura, su altura de más de dos metros y su cabello largo en forma de alambres escamados, lo hacían verse como un ser de una dimensión distinta y los nativos que habían llegado a verlo, lo consideraban alguna clase de demonio o dios salido de sus leyendas.
Huir o esconderse eran las opciones más obvias ante aquel fenómeno curioso y de aspecto fiero.
Pero un día, una joven llamada Naeri, se acercó más de lo aconsejado a la brillante estructura que alguna vez fue un vehículo espacial y ahora servía como improvisada vivienda.
Tímida pero osada, caminó hacia aquel espacio prohibido y de pronto entre los árboles se le apareció del gigante de otro mundo.
Pero Naeri era simple y buena. Le hizo una gran sonrisa y hasta bailó con gracia y sus ojos chispeantes se clavaron en los negros ojos del alienígena con forma semi humana.
Con el tiempo intimaron y luego de algunas semanas, durante una tarde lluviosa, él la hizo pasar a su ahora nuevo hogar y tuvieron la intimidad más hermosa, extraña e improbable en este lado del cosmos.
Luego de nueve meses nació un pequeño niño y le pusieron Piri como su padre y Toeava, el apellido de su madre.
Fue educado en todas las artes de ambos mundos. Aprendió a cazar animales salvajes y a nadar con los tiburones. Conoció los secretos de la cura de las heridas e incluso podía distinguir las estrellas y nombrarlas.
Se dice que este ser, fue el primero de un largo linaje de híbridos que ahora pretenden dominar al mundo desde el profundo secreto.
Una raza que vive en las islas del sur y que con su fiereza y conocimientos son el futuro de la especie.

LOORI KANAWA, 2012 "HÍBRIDOS LEJANOS" (Ed. Koeni)

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