Un sin fin de elementos diversos y aleatorios fueron distribuidos de tal manera que los componentes de cada parte eran indistinguibles a los ojos de un novato.
Pero Enrico era un zorro viejo. No sería engañado tan fácil por un conjunto de científicos programados para destruir cerebros libres. Enri, como le decían en el ambiente de la evasión y el escape se había presentado voluntariamente ante el consejo de asesores del ministerio de Componentes para que le tomen una prueba de aptitud social, una invención del gobierno que medía la capacidad de relacionarse con el grupo sin afectar ni sus creencias y ni su estado de conciencia.
El secreto era justamente pasar desapercibido, ser nadie, no generar ninguna inclinación de la aguja hacia ningún lado, ser sencillamente una estatua portadora de ausencia. Se consideraba peligroso influir en las personas y algunos que no lograban pasar el test de irrelevancia quedaban presos por siempre.
Enri, contestó a cada una de las preguntas de los científicos y psicólogos con tranquilidad e indiferencia. Sin embargo y a pesar de su experiencia y olfato, al parecer se había equivocado en un punto, lo que resultó ser mortal. Le habían preguntado por el nombre del último decano de la universidad de Golden Peak y él no supo que responder. La pregunta era tramposa por cuanto tal universidad no existía y por lo tanto configuraba una invitación al error o a la mentira. Y Enri decidió mentir. Dijo que la autoridad máxima era el Dr. Mariengold y que lo sabía porque era su padrino.
En el acto, sonó la alarma de los aparatos conectados a sus sienes y dos hombres de seguridad ingresaron a punta de pistola, lo amarraron y se lo llevaron a los arrastrones.
El caso se dio por concluido y Enri no volvió a ser visto con vida.
Ni los zorros viejos ni las hienas jóvenes podrían escapar al poder del examen y todos aquellos que pretendiesen divulgar alguna doctrina sea esta verdadera o falsa iban a morir en el pozo del los tormentos, en donde los cadáveres se apilaban como ropa vieja entre la suciedad y el olvido.
Sin embargo el plan de Enri fue desde el principio ser llevado hasta ese lugar. Por eso el falso error y las contestaciones con fallas. Enri no era humano. Había sido construido durante la década de la pos guerra de salvación y su programador había sido el mismo hombre que hoy controlaba aquel inmenso imperio. Se llamaba Ismael Mariengold y antes de ser nombrado emperador absoluto por un senado atemorizado y complaciente, había sido un hombre de ciencia, una inventor. Su destino estaba marcado por la contradicción. Sabía Ismael que si la revolución triunfaba al poco tiempo se convertiría en aquello mismo que había prentendido desbancar. Sabía también que era inevitable y que él sería el encargado de liderarla. Como buen matemático predijo por medio de cálculos estadísticos que duraría alrededor de unos quince años y luego sobrevendría el caos. Por eso armó a Enri, le puso un nombre de ciudadano común y le hizo creer que era humano. También le hizo creer que tenía el don de la inteligencia despierta y la capacidad de convencimiento, lo que llamaban persuasión.
El plan siempre fue el autoderrocamiento, una idea que le estaba astrológicamente indicada por la relación extraña y contradictoria de la posición de los planetas a la hora y fecha de su nacimiento.
Así, Enri se dirigió al pozo y se tocó la nariz, lo cual no era otra cosa que la activación de una bomba: Enri la bomba.
Así se consumó el ciclo de quince años que predijo Ismael Mariengold y la explosión mató a casi toda la humanidad y casi no dejó rastros de la civilización.
Pero él también sabía que eso ocurriría y por lo tanto construyó un escondite a prueba de bombas.
Así, el hombre que destronó al hombre y escapó de su propia trampa puesta para su caída, vivió preparando una nueva trampa de la cual tendría que escapar solo para seguir confabulando eternamente contra sí mismo.

NADIA ELLENBAUM, 1934 "SIGNIS" (Ed. Wisenthor & Weile)

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