Enredarse en una competencia de deseos era en ese momento algo impensado para ella. No es que no fuese competitiva, al contrario, su ímpetu de guerrera la había llevado más de una vez a involucrarse en asuntos de lo que luego se arrepentiría. Pero los dados estaban echados y ella nunca podría desdeñar un desafío. Y este era algo nuevo, atractivo y tentador.
El juego de los deseos se estaba llevando a cabo en diferentes ciudades al mismo tiempo por diversos grupos que buscaban una forma de maximizar las posibilidades de estudiar el fenómeno del ansia por sentir la insatisfacción permanente, el vacío y la ausencia como necesidad.
Había una suerte de euforia en el aire, un sentimiento compartido de interés y expectativa.
Se trataba de algo muy simple en apariencia. Un certamen en el que lo importante era la enunciación de un deseo y el acuerdo del precio a pagar por obtenerlo.
El límite entre lo audaz y la falta de escrúpulos no estaba establecido y los parámetros para evaluarlos tampoco.
El juego era sencillo. Un grupo de participantes seleccionados verbalizaban un deseo frente a una cámara y ese material se pasaba por todos los medios de comunicación.
Luego, en una segunda etapa y a través de la red, las personas podían hacer preguntas.
Una de las cuestiones centrales era el objetivo último y los orígenes que los impulsaban a realizar aquello.
Ese era el momento en el que el publico entraba en sintonía y tomaba partido e incluso cariño por alguno de los contendientes.
Los deseos no debían ser necesariamente impresionantes pero de alguna manera tenían que tener capacidad de encender los ánimos y generar una corriente de simpatía por el expositor.
En una primera instancia y siendo un programa de competencia estaban los denominados "jugadores", expertos en programas del estilo, estudiosos de las tendencias de la opinión, carismáticos y manipuladores. Era un estilo muy buscado ya que al ser profesionales (muchos habían sido participantes de otros programas del estilo e incluso había ganadores de temporadas recientes de certámenes de todo tipo), y justamente por eso, le agregaban el condimento de la experiencia.
Había licenciados en comunicación, actores frustrados, amas de casa con sueños de aventuras, jóvenes de anteojos que parecían pertenecer al universo paralelo del dominio digital; bellezas exóticas buscando un momento de pantalla y muchachos venidos de barrios pobres con el objetivo último de conseguir algún dinero. Había una sección especial que constaban de tres pases especiales para casos terminales y este año había una víctima de un virus desconocido con nueve meses de vida restantes, un preso condenado a cadena perpetua por homicidio múltiple (había matado a toda su familia en un ataque al que él mismo llamó "inmensa melancolía") y un suicida compulsiva que había fallado por diversas razones sus últimos cuatro intentos. A ellos se les dedicaba una sección especial dentro del show en el que se relataba la historia de sus vidas con imágenes impactantes, locuciones emotivas y por supuesto que musicalizado con maestría para lograr la emoción y las lágrimas que tanto valían en el mercado televisivo.
Ella se propuso hacer algo de su vida. No tenía propósito concreto ni ilusiones; tampoco tenía grandes ambiciones ni deseos insatisfechos, no quería ser rica, ni famosa; le importaba muy poco que la quieran y tampoco sentía mucho amor por nadie. Su vínculo con las personas se limitaba a corteses palabras de ocasión. Era los suficientemente bonita para sentirse segura y correctamente bien hablada para relacionarse sin problemas. Su familia había muerto y estaba sola en el mundo. La realidad era que le habían dicho desde chica que ya no tenía familia y nunca habían usado el término "muerto" sino que se limitaban a decir "que se habían ido". Por muchos años ella ni siquiera pensó en aquello y lo tomó como el natural eufemismo con el que se le decía a los niños pequeños algo acerca de la muerte.
Para cuando pudo pensar por su cuenta y tomar sus propias decisiones comenzó a sentirse tan fuera de lugar en el mundo que no encontraba mayor sentido a casi ninguna de las actividades humanas. No le gustaba beber, ni fumar, no sentía especial placer en el baile ni en la lectura y casi no miraba televisión. Comía lo necesario, ni más ni menos, y lo mismo hacía con cada aspecto de su vida. Sus relaciones fueron escasas, sus incursiones sexuales desabridas y su interés en el progreso era mínimo.
Incluso algunos pensaban que estaba deprimida pero luego de algunos estudios se concluyó simplemente que se trataba de un temperamento indiferente.
El juego comenzó con la presentación de cada uno y los participantes iban pasando a un sillón color mora en el que intentaban la conquista del gran público.
Luego de varias sesiones finalmente le tocó a ella. Lili se sentó y miró a cámara con su desinterés y desenfado habitual. Vio el botón rojo encendido que significaba que la estaba emitiendo en vivo para millones de personas en todo el mundo y enunció su deseo:
"-Deseo que la tierra se destruya, deseo la completa aniquilación del planeta, deseo la muerte compartida con todos, deseo ver el final de la humanidad"
Silencio. Tenía tres minutos para expresarse y se tomó cada segundo para mirar el pequeño lente con sus ojos fijos en algo que parecía atravesar la pantalla. Por un instante alguien podría haber percibido un brillo amarillento y luminoso demasiado fuerte para ser farol que reflejaba una energía descomunal.
A los productores no les causó demasiado impacto y sencillamente lo tomaron como una de las estrategias de impacto que solían usar los participantes para conseguir adhesiones.
En menos de una hora ingresaron al canal cuarenta millones de llamados y mensajes de texto con personas de todo el globo que adherían al sueño de Lili.
El impacto fue tan grande que excedía todos los parámetros de medición existentes.
El éxito del juego estaba garantizado y los ejecutivos saltaron de sus sillones al oír la cifra de las mediciones de audiencia.
Durante una semana pasaron todos los participantes y cada uno elaboró su propia presentación. Hubo algunos de orden cómico y otros que propiciaban alguna clase de obras solidaria de alcance mundial.
El programa era un éxito y los niveles de audiencia subían todo el tiempo. Aún sí, el récord de Lili superaba al segundo en más del triple de votos.
La próxima ronda consistía en especificar cual era el precio que estaban dispuestos a pagar. Esta era la parte interesante. El mordisco a la torta de oro. Se esperaba de cada uno de ellos los más grandes e incluso absurdos sacrificios.
Algunas de las ideas sugeridas como precio fueron por ejemplo: Dar la vuelta al mundo a caballo sin bajarse en ningún momento, otro propuso hacer un ayuno de sesenta días, alguno porfió de que donaría la mitad del premio si llegaba a ganar. Hubo quienes se ofrecieron a colaborar por años con organizaciones del cuidado del medio ambiente. El enfermo terminal hizo llorar a todos diciendo que si ganaba se proponía para que todos sus órganos sirvan a la ciencia y así encontrar una cura a su enfermedad para las generaciones venideras.
Cuando le tocó el turno a Lili, se sentó frente a la cámara y una vez más sorprendió a todos. Miró fijamente con sus ojos nuevamente tornando ahora a un extraño tono dorado, respiró tres veces y dijo:
"-Nada, mi pago será ese, nada."
El índice nuevamente alcanzó niveles por fuera de los estándares y la gente comenzó a votarla.
Fue llamada por la dirección del canal para intentar reconvertir sus ideas con la contradicción ya instalada de que a pesar de que parecía ser una lunática que no jugaba según las reglas, era a su vez la estrella del programa.
Ella, con su habitual indiferencia escuchó y no dijo más que palabras casuales y no prometió nada.
El enigmático caso se convirtió en el suceso que más atención concentraba en los diarios, los noticiarios y la red digital.
Una mañana, antes de ir al programa a grabar su tercera salida se miró al espejo y todo parecía volverse borroso. Su imagen reflejada comenzó a transformarse hasta que unos inmensos y tremendos ojos que parecían de oro aparecieron con la fuerza de una explosión volcánica. Oyó una voz, que no era ni de hombre ni de mujer, más bien parecía un coro de niños y de ancianos reunidos en una caverna con los ecos lejanos y los graves ensordecedores que le hicieron vibrar el cuerpo entero. No era ningún idioma conocido, al menos por ella y las voces parecían provenir de los ojos mismos.
"-Tus padres se han ido"- dijeron las voces -"Volvieron al espacio"- agregaron de a poco - "y te dejaron aquí para que cumplas tu misión, destruir este planeta y volverlo polvo de estrellas"
Lili no se inmutó. Sus ojos tomaron el mismo brillo y de repente lo comprendió todo, sus miedos, la ausencia de sentimientos conocidos, el desinterés por el paso del tiempo y su absoluta indiferencia a todo fenómeno de la vida. Era una destructora. Energía condensada que canalizaba las voces de una raza lejana y hostil a la humana. Una meta-bomba biológica.
Al día siguiente se sentó frente a la cámara, como siempre hizo primero un largo silencio y finalmente, con sus ojos radiantes como un cometa, se dirigió al público que en aquella final se contaba por dos mil millones de personas.
"-Recen por sus almas inmortales, esto es una despedida"
Sus ojos comenzaron a cobrar ese color ámbar intenso que lo acercaba al oro, el brillo aumentaba sin parar, se la notaba más agitada, Enfocó una vez más sus ojos al centro de la cámara y con un pulso en constante aumento, cada vez más fuerte, su iris de fuego amarillo comenzó a titilar.
MANNÉ PORTAKIS, 2012 "RETRATOS DE LA IMPOSTURA" (Ed. S&W&Kikk)
El juego de los deseos se estaba llevando a cabo en diferentes ciudades al mismo tiempo por diversos grupos que buscaban una forma de maximizar las posibilidades de estudiar el fenómeno del ansia por sentir la insatisfacción permanente, el vacío y la ausencia como necesidad.
Había una suerte de euforia en el aire, un sentimiento compartido de interés y expectativa.
Se trataba de algo muy simple en apariencia. Un certamen en el que lo importante era la enunciación de un deseo y el acuerdo del precio a pagar por obtenerlo.
El límite entre lo audaz y la falta de escrúpulos no estaba establecido y los parámetros para evaluarlos tampoco.
El juego era sencillo. Un grupo de participantes seleccionados verbalizaban un deseo frente a una cámara y ese material se pasaba por todos los medios de comunicación.
Luego, en una segunda etapa y a través de la red, las personas podían hacer preguntas.
Una de las cuestiones centrales era el objetivo último y los orígenes que los impulsaban a realizar aquello.
Ese era el momento en el que el publico entraba en sintonía y tomaba partido e incluso cariño por alguno de los contendientes.
Los deseos no debían ser necesariamente impresionantes pero de alguna manera tenían que tener capacidad de encender los ánimos y generar una corriente de simpatía por el expositor.
En una primera instancia y siendo un programa de competencia estaban los denominados "jugadores", expertos en programas del estilo, estudiosos de las tendencias de la opinión, carismáticos y manipuladores. Era un estilo muy buscado ya que al ser profesionales (muchos habían sido participantes de otros programas del estilo e incluso había ganadores de temporadas recientes de certámenes de todo tipo), y justamente por eso, le agregaban el condimento de la experiencia.
Había licenciados en comunicación, actores frustrados, amas de casa con sueños de aventuras, jóvenes de anteojos que parecían pertenecer al universo paralelo del dominio digital; bellezas exóticas buscando un momento de pantalla y muchachos venidos de barrios pobres con el objetivo último de conseguir algún dinero. Había una sección especial que constaban de tres pases especiales para casos terminales y este año había una víctima de un virus desconocido con nueve meses de vida restantes, un preso condenado a cadena perpetua por homicidio múltiple (había matado a toda su familia en un ataque al que él mismo llamó "inmensa melancolía") y un suicida compulsiva que había fallado por diversas razones sus últimos cuatro intentos. A ellos se les dedicaba una sección especial dentro del show en el que se relataba la historia de sus vidas con imágenes impactantes, locuciones emotivas y por supuesto que musicalizado con maestría para lograr la emoción y las lágrimas que tanto valían en el mercado televisivo.
Ella se propuso hacer algo de su vida. No tenía propósito concreto ni ilusiones; tampoco tenía grandes ambiciones ni deseos insatisfechos, no quería ser rica, ni famosa; le importaba muy poco que la quieran y tampoco sentía mucho amor por nadie. Su vínculo con las personas se limitaba a corteses palabras de ocasión. Era los suficientemente bonita para sentirse segura y correctamente bien hablada para relacionarse sin problemas. Su familia había muerto y estaba sola en el mundo. La realidad era que le habían dicho desde chica que ya no tenía familia y nunca habían usado el término "muerto" sino que se limitaban a decir "que se habían ido". Por muchos años ella ni siquiera pensó en aquello y lo tomó como el natural eufemismo con el que se le decía a los niños pequeños algo acerca de la muerte.
Para cuando pudo pensar por su cuenta y tomar sus propias decisiones comenzó a sentirse tan fuera de lugar en el mundo que no encontraba mayor sentido a casi ninguna de las actividades humanas. No le gustaba beber, ni fumar, no sentía especial placer en el baile ni en la lectura y casi no miraba televisión. Comía lo necesario, ni más ni menos, y lo mismo hacía con cada aspecto de su vida. Sus relaciones fueron escasas, sus incursiones sexuales desabridas y su interés en el progreso era mínimo.
Incluso algunos pensaban que estaba deprimida pero luego de algunos estudios se concluyó simplemente que se trataba de un temperamento indiferente.
El juego comenzó con la presentación de cada uno y los participantes iban pasando a un sillón color mora en el que intentaban la conquista del gran público.
Luego de varias sesiones finalmente le tocó a ella. Lili se sentó y miró a cámara con su desinterés y desenfado habitual. Vio el botón rojo encendido que significaba que la estaba emitiendo en vivo para millones de personas en todo el mundo y enunció su deseo:
"-Deseo que la tierra se destruya, deseo la completa aniquilación del planeta, deseo la muerte compartida con todos, deseo ver el final de la humanidad"
Silencio. Tenía tres minutos para expresarse y se tomó cada segundo para mirar el pequeño lente con sus ojos fijos en algo que parecía atravesar la pantalla. Por un instante alguien podría haber percibido un brillo amarillento y luminoso demasiado fuerte para ser farol que reflejaba una energía descomunal.
A los productores no les causó demasiado impacto y sencillamente lo tomaron como una de las estrategias de impacto que solían usar los participantes para conseguir adhesiones.
En menos de una hora ingresaron al canal cuarenta millones de llamados y mensajes de texto con personas de todo el globo que adherían al sueño de Lili.
El impacto fue tan grande que excedía todos los parámetros de medición existentes.
El éxito del juego estaba garantizado y los ejecutivos saltaron de sus sillones al oír la cifra de las mediciones de audiencia.
Durante una semana pasaron todos los participantes y cada uno elaboró su propia presentación. Hubo algunos de orden cómico y otros que propiciaban alguna clase de obras solidaria de alcance mundial.
El programa era un éxito y los niveles de audiencia subían todo el tiempo. Aún sí, el récord de Lili superaba al segundo en más del triple de votos.
La próxima ronda consistía en especificar cual era el precio que estaban dispuestos a pagar. Esta era la parte interesante. El mordisco a la torta de oro. Se esperaba de cada uno de ellos los más grandes e incluso absurdos sacrificios.
Algunas de las ideas sugeridas como precio fueron por ejemplo: Dar la vuelta al mundo a caballo sin bajarse en ningún momento, otro propuso hacer un ayuno de sesenta días, alguno porfió de que donaría la mitad del premio si llegaba a ganar. Hubo quienes se ofrecieron a colaborar por años con organizaciones del cuidado del medio ambiente. El enfermo terminal hizo llorar a todos diciendo que si ganaba se proponía para que todos sus órganos sirvan a la ciencia y así encontrar una cura a su enfermedad para las generaciones venideras.
Cuando le tocó el turno a Lili, se sentó frente a la cámara y una vez más sorprendió a todos. Miró fijamente con sus ojos nuevamente tornando ahora a un extraño tono dorado, respiró tres veces y dijo:
"-Nada, mi pago será ese, nada."
El índice nuevamente alcanzó niveles por fuera de los estándares y la gente comenzó a votarla.
Fue llamada por la dirección del canal para intentar reconvertir sus ideas con la contradicción ya instalada de que a pesar de que parecía ser una lunática que no jugaba según las reglas, era a su vez la estrella del programa.
Ella, con su habitual indiferencia escuchó y no dijo más que palabras casuales y no prometió nada.
El enigmático caso se convirtió en el suceso que más atención concentraba en los diarios, los noticiarios y la red digital.
Una mañana, antes de ir al programa a grabar su tercera salida se miró al espejo y todo parecía volverse borroso. Su imagen reflejada comenzó a transformarse hasta que unos inmensos y tremendos ojos que parecían de oro aparecieron con la fuerza de una explosión volcánica. Oyó una voz, que no era ni de hombre ni de mujer, más bien parecía un coro de niños y de ancianos reunidos en una caverna con los ecos lejanos y los graves ensordecedores que le hicieron vibrar el cuerpo entero. No era ningún idioma conocido, al menos por ella y las voces parecían provenir de los ojos mismos.
"-Tus padres se han ido"- dijeron las voces -"Volvieron al espacio"- agregaron de a poco - "y te dejaron aquí para que cumplas tu misión, destruir este planeta y volverlo polvo de estrellas"
Lili no se inmutó. Sus ojos tomaron el mismo brillo y de repente lo comprendió todo, sus miedos, la ausencia de sentimientos conocidos, el desinterés por el paso del tiempo y su absoluta indiferencia a todo fenómeno de la vida. Era una destructora. Energía condensada que canalizaba las voces de una raza lejana y hostil a la humana. Una meta-bomba biológica.
Al día siguiente se sentó frente a la cámara, como siempre hizo primero un largo silencio y finalmente, con sus ojos radiantes como un cometa, se dirigió al público que en aquella final se contaba por dos mil millones de personas.
"-Recen por sus almas inmortales, esto es una despedida"
Sus ojos comenzaron a cobrar ese color ámbar intenso que lo acercaba al oro, el brillo aumentaba sin parar, se la notaba más agitada, Enfocó una vez más sus ojos al centro de la cámara y con un pulso en constante aumento, cada vez más fuerte, su iris de fuego amarillo comenzó a titilar.
MANNÉ PORTAKIS, 2012 "RETRATOS DE LA IMPOSTURA" (Ed. S&W&Kikk)