Siniestro y voraz era la afirmación de los oficiales de la ley.
La mirada hundida en algún recuerdo oscuro y atormentador.
El pasado olvidado y omnipresente. Voces dentro de su cabeza que conversaban sin parar, discutiendo, argumentando, volviéndolo loco de a poco.
El psiquiatra diagnosticó esquizofrenia sin dudarlo y aconsejó medicación e internación.
Lobo no estuvo de acuerdo con el profesional y lo asesinó allí mismo con una lapicera fuente. Se la clavó en el cuello tantas veces que los forenses llegaron a contar centro treinta agujeros.
No había sido la primera vez. En su haber de muertes se contaban familiares, amigos, compañeros de colegio y vecinos.
Lobo no tenía consciencia de haber hecho algo mal, sencillamente actuaba por puro impulso y con la liviandad de un niño que juega.
No sabía de bien y mal, ni de vida o muerte. En su planeta aquello no existía.
Todo el proceso de existir se apreciaba a través de la virtualidad de un mundo sin cuerpos.
Entes de éter, seres que fluían en el espacio en la inmensidad de la anti materia y la relatividad de una existencia sin límites físicos.
Cuando los ingenieros de su mundo descubrieron uno en el que la materia estaba animada, procedieron a ingeniar un sistema para transpolar a sus entidades hacia estas dimensiones para comprender el proceso que incluía para la existencia, la carne, la sangre y los huesos.
Tele transportaron a Lobo, lograron que una presencia sin idea de límites protoplasmáticos se uniera a un cuerpo humano. No les había resultado fácil, tenían que poder pensar de otra manera a la que estaban acostumbrados.
Sus mentes circulaban dentro de una comunidad vital de mentes conectadas que actuaban como una esponja que absorbía los gases y emanaciones de todos los procesos y los refinaban hasta sacar una meta esencia que los hacía crecer en conocimiento y vitalidad.
Lobo había llegado por un envío hacia el pedido de un grupo de humanos que habían logrado crear el canal adecuado a través de lo que llamaban rituales.
Habían elegido a un joven para que oficiara de recipiente de una inteligencia de un ser al que consideraban superior. Según textos muy antiguos, al encarnar una entidad de gran poder y sabiduría, la humanidad entera renacería hacia un mundo mejor.
Los seres del éter vibraban en una frecuencia tan alta que la compasión y la armonía les era connatural. Los humanos que habían comenzado la preparación para la unión entre el mundo lejano y el terrestre también eran gente de bien, esperanzados en mejorar al hombre.
Así como la química tiene sus secretos y las mezclas entre dos elementos puede ser peligrosa, así como hay alimentos que no deben mezclarse, así de simple, la unión entre dos seres de mundos distintos dio resultados inesperados.
La entidad que encarnó en el joven era un ser lleno de alegría cósmica, de luz y de potencia residual pero por su propia experiencia vital desconocía el concepto de cuerpo y por lo tanto no podía comprender el límite implícito de los mismos.
El acto de matar no existía porque ellos no morían ni vivían sino que existían como las piedras y las estrellas actuando dinámicamente con el universo.
Así, cuando Logo apuñalaba al psiquiatra nunca pensó en nada que pudiera lastimarlo y tampoco estaba enojado ni molesto, solo quería explicar algo que sus palabras no podían contar. La sangre que manaba del cuerpo era según su mirada alienígena, celestial y lejana, la materialización de la idea de energías internas que debían salir a la superficie.
Así, con cada puñalada quiso expresar un hueco más, una forma alternativa de invitar a las ideas, las emociones y las fuerzas instintivas a surgir de lo profundo para manifestarse en una nueva creación. Quedó sorprendido cuando el doctor no continuaba con la experimentación y conoció un muy humano sentimiento: la frustración. Debido a su particular constitución atómica y su vínculo etérico con sus congéneres planetarios, en el mismo momento la información fue transmitida vibrando en el tiempo y en el espacio hasta compenetrarse con la entidad única y amorfa de la cual era parte en esencia. Mientras tanto, los humanos solo buscaban a un asesino.
CHARLIE THEHOUSE, 2007 "RITUALES Y CONDENAS" (Ed. Laercium)
La mirada hundida en algún recuerdo oscuro y atormentador.
El pasado olvidado y omnipresente. Voces dentro de su cabeza que conversaban sin parar, discutiendo, argumentando, volviéndolo loco de a poco.
El psiquiatra diagnosticó esquizofrenia sin dudarlo y aconsejó medicación e internación.
Lobo no estuvo de acuerdo con el profesional y lo asesinó allí mismo con una lapicera fuente. Se la clavó en el cuello tantas veces que los forenses llegaron a contar centro treinta agujeros.
No había sido la primera vez. En su haber de muertes se contaban familiares, amigos, compañeros de colegio y vecinos.
Lobo no tenía consciencia de haber hecho algo mal, sencillamente actuaba por puro impulso y con la liviandad de un niño que juega.
No sabía de bien y mal, ni de vida o muerte. En su planeta aquello no existía.
Todo el proceso de existir se apreciaba a través de la virtualidad de un mundo sin cuerpos.
Entes de éter, seres que fluían en el espacio en la inmensidad de la anti materia y la relatividad de una existencia sin límites físicos.
Cuando los ingenieros de su mundo descubrieron uno en el que la materia estaba animada, procedieron a ingeniar un sistema para transpolar a sus entidades hacia estas dimensiones para comprender el proceso que incluía para la existencia, la carne, la sangre y los huesos.
Tele transportaron a Lobo, lograron que una presencia sin idea de límites protoplasmáticos se uniera a un cuerpo humano. No les había resultado fácil, tenían que poder pensar de otra manera a la que estaban acostumbrados.
Sus mentes circulaban dentro de una comunidad vital de mentes conectadas que actuaban como una esponja que absorbía los gases y emanaciones de todos los procesos y los refinaban hasta sacar una meta esencia que los hacía crecer en conocimiento y vitalidad.
Lobo había llegado por un envío hacia el pedido de un grupo de humanos que habían logrado crear el canal adecuado a través de lo que llamaban rituales.
Habían elegido a un joven para que oficiara de recipiente de una inteligencia de un ser al que consideraban superior. Según textos muy antiguos, al encarnar una entidad de gran poder y sabiduría, la humanidad entera renacería hacia un mundo mejor.
Los seres del éter vibraban en una frecuencia tan alta que la compasión y la armonía les era connatural. Los humanos que habían comenzado la preparación para la unión entre el mundo lejano y el terrestre también eran gente de bien, esperanzados en mejorar al hombre.
Así como la química tiene sus secretos y las mezclas entre dos elementos puede ser peligrosa, así como hay alimentos que no deben mezclarse, así de simple, la unión entre dos seres de mundos distintos dio resultados inesperados.
La entidad que encarnó en el joven era un ser lleno de alegría cósmica, de luz y de potencia residual pero por su propia experiencia vital desconocía el concepto de cuerpo y por lo tanto no podía comprender el límite implícito de los mismos.
El acto de matar no existía porque ellos no morían ni vivían sino que existían como las piedras y las estrellas actuando dinámicamente con el universo.
Así, cuando Logo apuñalaba al psiquiatra nunca pensó en nada que pudiera lastimarlo y tampoco estaba enojado ni molesto, solo quería explicar algo que sus palabras no podían contar. La sangre que manaba del cuerpo era según su mirada alienígena, celestial y lejana, la materialización de la idea de energías internas que debían salir a la superficie.
Así, con cada puñalada quiso expresar un hueco más, una forma alternativa de invitar a las ideas, las emociones y las fuerzas instintivas a surgir de lo profundo para manifestarse en una nueva creación. Quedó sorprendido cuando el doctor no continuaba con la experimentación y conoció un muy humano sentimiento: la frustración. Debido a su particular constitución atómica y su vínculo etérico con sus congéneres planetarios, en el mismo momento la información fue transmitida vibrando en el tiempo y en el espacio hasta compenetrarse con la entidad única y amorfa de la cual era parte en esencia. Mientras tanto, los humanos solo buscaban a un asesino.
CHARLIE THEHOUSE, 2007 "RITUALES Y CONDENAS" (Ed. Laercium)