Lo curioso no fue que él haya ensoñado despierto sino que vivió sus dos realidades en paralelo como escindido entre mundos que sin embargo conformaban una particular unidad. En un mundo practicaba la respiración diafragmática, reconcentrado y hecho carne con su cuerpo, en el otro se encontraba dentro de una inmensa esfera grande, una estación espacial. Una claraboya a la derecha arriba de la línea ecuatorial imaginaria presentaba un hueco que llevaba hacia algún lugar desconocido. Volando hacia ella un inmensa águila de mármol blanco batía sus alas con firmeza guiando a una serie de seres extraños que lo seguían en silencio y ordenada danza. Eran ángeles, abstraídos y alegres, acaso perdidos con coronas de guirnaldas y trompetas de oro refulgían como quásares en medio del recinto. La línea imaginaria que formaba el vuelo del rapaz y su corte angelical componía una sonoridad espectral que bien era una pintura sinuosa e inquietante y a la vez una partitura viva de un alguna misa cele...
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Se cuenta que un día llegó a la casa de Kammerle un vendedor de frutas. El hombre subió los tres pisos por escalera con su canasto de mimbre repleto de coloridas tentaciones. Luego de atravesar la puerta y de ser recibido, comenzó una larga e increíblemente atractiva y mágica venta. Hablaba de sus productos como verdaderas panaceas universales. El rojo de sus manzanas llenarían de amor el mundo del ser más hosco, las peras inundarían con sus amarillos brillantes y ocres insinuados las mentes de los individuos hasta hacerlos crecer en inteligencia y las verdes uvas repondrían las energías de los más débiles. Así siguió por un lapso de tiempo tan largo, con tanto vigor y convencimiento que Kammerle le compró toda la mercadería. Una vez le preguntaron porqué se había dejado convencer tan fácilmente por el frutero. Contestó que no le gustaban especialmente las frutas para su dieta pero que le hacía tan bien escuchar e este hombre que prefería comprar todo lo que vendiera y ahorrar en los ...
En los comienzos era el vacío, la luz codiciaba un espacio y se infiltró nombrándose emisora del Creador. El espacio infinito no lo tomó a mal sino que al contrario, la alentó a que se instalara como parte del todo. Sin embargo la luz era insidiosa y sin cesar creaba sombras sobre la mente del vacío. Dios no intervino directamente sino que dejó a la suerte el balance del cosmos con la idea de que cualquier fuera su derrotero, sería lo correcto. La luz –que se decía hija del Creador- impuso condiciones tanto para su permanencia como para su ausencia. Dijo en la lengua secreta de los elementos que se le debía un respeto especial ya que en su condición de auto iluminada era más digna que la oscuridad que representaba la nada cósmica. Ésta no se defendió ni hizo movimiento alguno. Dios observaba el escandaloso comportamiento lumínico pero tolerante como era, hizo silencio divino. Con el tiempo fueron creados los elementos, la materia y los seres vivientes y la tradición hizo de la luz ...