EL PÁLIDO SOL APENAS CALENTABA EL AIRE, LOS OJOS DE LA JÓVEN ESTABAN LLENOS DE FUEGO, SUS RULOS BLANCOS COMO LA ESPUMA ONDEABAN DANZANDO CON UN VIENTO HELADO. EN MEDIO DE AQUEL MAR, SOBRE EL ACANTILADO INMENSO CONTRASTABA SU FIGURA FRÁGIL CONTRA LA TARDE DE TORMENTA NARANJA Y VIOLETA. MENA ERA SU NOMBRE Y CANTABA. CON CADA NOTA NACÍA UN TRUENO, CON CADA AGUDO UN RAYO, CON LA MELODÍA DE LOS ELEMENTOS ARQUEABA EL CUERPO COMO UNA CUERDA EMBRAVECIDA Y HACÍA LLORAR AL MUNDO.
(MENA, LA ELEGIDA. VICTOR CRUCES, Ed. FARENSTEIN, 1999)