Sentada sobre una roca contemplaba el océano la humana Pebis. Se solazaba con la idea profundamente arraigada en ella, de que las gaviotas revoloteaban tan solo para contemplar su belleza. Así, día tras día, caminaba hasta el risco y sobre su roca preferida agradecía al cielo por ser tan afortunada. Un día uno de los tantos dioses que habitaban el cielo inmortal, se cansó de la vanidosa niña. Se aburrió de su zoncera y decidió castigarla con una dura lección. Es bien sabido que los dioses tienen un sentido del humor un tanto incomprensible para nosotros y nunca sabremos en que consistía dicha lección. El caso es que Atur, dios de los espejos, hizo caer un rayo invisible sobre la joven Pebis. Ella se sintió como iluminada, rebozante de vida y amor por sí misma. La maldición estaba echada. LOS ESCINDIDOS