En el cruce, exactamente entre la vía del tren y la carretera, yacía sin vida, el hombre llamado Carrasco, Daniel. Allí lo encontró el ángel encargado de llevarlo al cielo en caso de que lo mereciera. Se hizo presente también un pequeño demonio con el oficio de tentador. Ambos seres inmateriales cruzaron miradas y finalmente, luego del pesaje del alma se alejaron uno del otro tal como llegaron. Carrasco Daniel había quedado en cero. La balanza marcó un raro equilibrio. Sus acciones nobles y sus aberraciones se anulaban mutuamente y ninguno pudo reclamar un triunfo.
En el cruce, exactamente entre la vía del tren y la carretera, yacía sin vida, el hombre llamado Carrasco, Daniel. Y allí se quedó. Por siempre.

(CARLOS ALÍ HOBOS, LOS OLVIDADOS, 1967, Ed. CORUM)

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