Me encontraba frente a una pared amarilla, algo descolorida. Llevaba en mi mano una radiografía de mi tibia. Es extraña esa sensación de mirar una imagen de los propios huesos. Algunas tribus habrían matado por mucho menos. Los huesos son nuestros cimientos. Rara vez pienso en mis huesos. Con suerte y alguna práctica recuerdo mi cuerpo, a veces mi respiración, poquísimas veces la planta de mis pies pero nunca tengo consciencia de mis huesos. Y allí estaba, mirando el mundo a través de una lámina de acetato. Delante mío, posada y sola, una libélula llamó mi antención. Quieta como una estatua y vibrante como una nota musical, mostraba sus alas hechas de telarañas sincronizadas.
Pensé que era un afortunado. Un instante de gloria. Vi una libélula a través de mi propia radiografía.

JULIETA RASSOF, 1980 (LA MIRADA PRÍSTINA, Ed. Canicumen)

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