Desde el muelle de madera se veía acercarse un pequeño velero. Era hermoso meciéndose al viento con sus velas blancas como las nubes. Los dos niños se quedaron allí sentados observando como el barco se hacía más grande a mediad que se acercaba. Ambos miraban hacia el horizonte como si el mundo fuese eterno y en cierto modo para ellos lo era. El velero se acercaba más y más. Los niños se levantaron al unísono y se tomaron de la mano. De pronto el muelle estalló como y el fuego se esparció en apenas unos instantes. El velero alcanzó a doblar y los niños sonrieron, no querían hacerle ningún mal al bello barco pero no era posible que ningún humano se acercara a esas costas malditas.

LARA MARCELLI, 2003 (LAS CANTATAS DE SAN LUCERNO, Ed. Poggen-Rahl)

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