Éramos como seres de éter color vino incrustados en un marco de amianto y y silicio.
No teníamos forma y sin embargo podíamos observarlo todo.
Almas migrantes esparcidas en un campo demasiado vasto y escasamente contenedor.
Nuestros ojos eran como una porción de la mente, extensiones lumínicas de insoportable claridad.
En nuestra mente tan amplia y labil, tan aceitada y difusa, las sustancias y la materia se nos hacía más como una sucesión infinita de cintas multicolor ancladas en un espacio adyacente a nuestras ya diluidas identidades.
Nos mezclábamos entre nosotros al punto de muchas veces no saber bien donde comenzaba uno y terminaba el otro.
Nuestras extremidades eran tan inasibles que solo lo sentíamos como un chispazo eléctrico, un impulso de movimiento, un estertor tan rápido como corto y potente, que nos hacía pensar que estábamos conectados entre todos de una manera orgánica y sutil.
El problema era cuando uno de nosotros quería o necesitaba estar solo.
Se hacía difícil, todo el resto sabía al instante lo que sucedía y venía a consolar con sus miles de ojos, brazos, lenguas y cuerpecitos blandos y primorosos como algodones borrachos.
Era raro.
Extrañaba la necesaria soledad, el impulso del silencio y la contemplación de mi ausencia.
NENÉ MIRALLES & LOTHAR POK, 2010 "RELATOS INVISIBLES" (Ed. Cúneo)
No teníamos forma y sin embargo podíamos observarlo todo.
Almas migrantes esparcidas en un campo demasiado vasto y escasamente contenedor.
Nuestros ojos eran como una porción de la mente, extensiones lumínicas de insoportable claridad.
En nuestra mente tan amplia y labil, tan aceitada y difusa, las sustancias y la materia se nos hacía más como una sucesión infinita de cintas multicolor ancladas en un espacio adyacente a nuestras ya diluidas identidades.
Nos mezclábamos entre nosotros al punto de muchas veces no saber bien donde comenzaba uno y terminaba el otro.
Nuestras extremidades eran tan inasibles que solo lo sentíamos como un chispazo eléctrico, un impulso de movimiento, un estertor tan rápido como corto y potente, que nos hacía pensar que estábamos conectados entre todos de una manera orgánica y sutil.
El problema era cuando uno de nosotros quería o necesitaba estar solo.
Se hacía difícil, todo el resto sabía al instante lo que sucedía y venía a consolar con sus miles de ojos, brazos, lenguas y cuerpecitos blandos y primorosos como algodones borrachos.
Era raro.
Extrañaba la necesaria soledad, el impulso del silencio y la contemplación de mi ausencia.
NENÉ MIRALLES & LOTHAR POK, 2010 "RELATOS INVISIBLES" (Ed. Cúneo)