Cuarzo.
Según los antiguos hechiceros que crearon el gran calendario de los soles de todos los mundos, el cuarzo era la piedra más notable, tanto por sus propiedades curativas como por su particular semejanza con el ordenamiento de las moléculas de nuestro sol.
El blanco casi salino de su forma material era para ellos la representación de una sustancia que se había corporizado y cristalizado a través de millones de años desde que llegara a la tierra en los fotones de luz que viajaron a la tierra desde el centro del universo.
Una piedra dura, irregular y curiosamente abundante con propiedades curativas y energéticas que les eran familiares ya que las usaron durante generaciones.
Lo verdaderamente extraordinario del cuarzo era su singular armonía con otras piedras, plantas y animales, incluidos los humanos.
Los sabios de la antigüedad pre-hispánica y los druidas celtas, así como los hechiceros de las tierras del Cáucaso, usaban cuarzo para otros fines.
Habían podido observar a través de experimentaciones diversas que incluso la locura se podía revertir usando las piedras de forma adecuada.
Así, al moler la piedra en cuencos de granito con cucharas largas de hierro fundido, al calor de un fuego de mil grados, sucedía algo extraordinario: el polvo blanco hervía en seco.
Se dice que los poderes provienen del origen mismo de la roca.
Los antiguos contaban que al caer cierto cometa por un error en los cálculos divinos sobre la trayectoria de un campo de asteroides alrededor de un planeta compuesto de gases livianos, los mismos estallaron y las piedras fueron arrojadas en todas direcciones de modo que por un instante el cosmos estuvo fuera de control; fue entonces cuando una vez alterada la trayectoria coherente y magnéticamente prevista y codificada, los gases que componían aquel planeta entraron combustión y comenzó una gran implosión lo cual llevó en última instancia a la destrucción masiva no solo del planeta en cuestión sino de sus ocho satélites que como lunas orbitaban el espacio circundante manteniendo un raro pero fundamental equilibrio dentro de aquel conglomerado de mundos unidos por un mismo sol y por el mismo campo gravitacional que hacía de pegamento energético de todo el sistema. En medio de aquel caos y al producirse un cambio en las asociaciones de los nano elementos, ingresó al sistema por lo general cerrado, una ola intensa de un frío parecido al cero absoluto. Su poder congelante cubrió todo lo que tocaba a su paso como un aliento que tenía muy poco de divino pero en cambio contenía un poder que hubiese sido digno de un señor del mal: lo congelaba todo. La muerte como existencia no tenía lugar en un espacio de formas fijas y materia en estado bruto pero sí tenía entidad como un campo en donde no sucedían las fricciones que son tan habituales dentro de los sistemas vivos bañados en algún tipo de calidez. Por lo tanto, el frío iba matando lo muerto pero a su vez, dejando la pista inconfundible del origen de la ausencia de vitalidad alguna. Entre la tensión producida por ambas potencias y las características químicas involucradas, se produjo una condensación de tal magnitud que los metales raros y las energías sutiles se unificaron en un solo cuerpo que se cocinaba a sí mismo en medio de un frío de menos trescientos grados. Una paradoja. Un suceso en un millón. La voluntad de la materia de perpetuarse en la nada. Y en aquel espacio ignoto, perdido de la mirada de ángeles, demonios o semi-dioses, en el centro mismo de la incertidumbre, se fusionó lo frío con lo que arde, lo alto con lo profundo, la escasa vida remanente y la potencia singular del frío universal. Y nació el cuarzo.
Todo eso duró menos de la milésima de una fracción de la más pequeña unidad que pudiera entrar en un segundo partido en diez millones. Y sin embargo durante aquel proceso se consumieron mundos, nacieron soles, galaxias desaparecieron y otras se fundieron creando constelaciones de doble espiral y hermosas formas tan parecidas a crustáceos y medusas, a lobos y niñas en fuentes de agua. Con el correr de los mundos y el nacimiento de nuevas formas de vida y antimateria, el cuarzo se las ingenió para dirigirse en todas las direcciones que le permitiera el diseño cósmico. Arriba y abajo, a los costados y a todos los infinitos puntos en donde el negro vacío abría sus puertas inasibles para seguir creando un todo más amplio.
En el más remoto de los lugares, lejos de todo, perdido en la infinita y amenazante oscuridad, y a pesar de toda estadística de improbabilidad, estaba la Tierra. Y el cuarzo también llegó aquí.
Los antiguos recordaban esto como el instante de la pantera negra. Imaginaban que un ser poderoso como el felino se transformaba en piedra para poder viajar sobre sus poderosas patas. Sabían que no había gravedad por encima de las atmósferas planetarias y por ello no imaginaban animales con alas. Con una pantera bastaba. Y el cuarzo era la pantera. Estaba aquí, entre nosotros para seguir viviendo, para proseguir con su marcha incesante por los caminos secretos de lo creado.
Sabían los brujos esto, y podían usar el poder del cuarzo a voluntad y lo hicieron.

MARIO AXAPOLETL-HUICÁN, 1965 "RELATOS DE MIS ANTEPASADOS OMATECAS" (Ed. Universidad de Partón, Honduras)

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