La tríada de seres que descendieron hasta el fondo del pozo más hondo del universo fueron preparados por siglos para llevar a cabo su cometido.
Seleccionados y entrenados por los más grandes y notorios maestros de todos los rincones el cosmos, su misión era revertir el proceso de licuación de partículas de materia que se estaban disolviendo en extraños pozos que comenzaron a aparecer hacía algún tiempo y que que nadie sabía ni de donde venían ni si tenían propósito alguno.
Los sabios, que decían comunicarse con el Gran Creador De Todo, aseguraban que éste había sido muy claro en cuanto a que aquellas formaciones de vacío no habían sido obra suya.
Esto creó un interrogante de orden supremo ya que la idea general con respecto a los poderes del Altísimo incluían como presupuesto el hecho de que aquel era el hacedor de todo lo que existía, lo que existió y existirá, pero ante la extraña afirmación de que los agujeros en cuestión no podían ser atribuidos a su obra, se produjo una escición en el pensamiento de aquellas mentes, dado que la consecuencia natural y deducción lógica era que había alguien más que podía ser llamado creador.
Luego de un concilio al cual asistieron miles de seres venidos de diversas partes y espacios, decidieron de común acuerdo investigar a fondo aquella cuestión.
Los tres humanoides enviados para semejante misión eran los más aptos para semejante tarea. El primero, un arquestiano proveniente de la galaxia de Synfo, tenía la habilidad de conjurar a los espectros ocultos del lado sombrío de la existencia; el segundo un armeniano, era fluido en más de cinco mil lenguas y poseía el secreto de la comprensión de la semántica universal; el tercero, un ranoniano podía interactuar con la energía y la materia comunicándose con los átomos y su esencia para modificar los ciclos de sus movimientos y así materializar objetos, invisibilizar el mundo sensible y movilizar energías como vientos y radiaciones fluctuantes en el éter.
Se esperaba mucho de ellos. La presión era grande. La idea de que existiera un segundo creador sencillamente ponía en jaque a la construcción conceptual del universo.
Cuando los tres llegaron hacia la zona más oscura de algo parecido a la nada dentro del vacío, creyeron oír una voz, pero al parecer cada uno escuchaba algo distinto.
La voz les hablaba a cada uno dentro de sus mentes y a cada uno decía lo que necesitaba escuchar. Al arquestiano experto en conjuros le dijo que debía invocar a los espectros de anti-materia, al armeniano le hizo saber que su labor consistía en decodificar el lenguaje del silencio y al ranoniano le propuso que diseñe un escudo en forma de cúpula para aislarlos del resto del mundo conocido. Cada uno puso manos a la obra y una vez finalizadas sus respectivas tareas, se encontraron dentro de un domo radiante, oyendo los sonidos de la ausencia y frente a ellos, inmensos y majestuosos, las sombras de la sombra, la nada corporeizada sin un gramo de materia, un agujero negro convertido en ser.
Estaban indefensos. Sintieron miedo.
Sospecharon al unísono que habían sido engañados y que se encontraban ahora atrapados en un no-lugar, un espacio ignoto dentro de la construcción de un aspecto inverso al del fluir de la vida, una negación como premisa y una descomposición de la existencia como acceso a los campos de la muerte.
Uno lloró y los otros dos estaban pasmados. Una parálisis de mente y cuerpo comenzó a invadirlos como un hormigueo espiritual, una visión que se iba descomponiendo hasta hacerse invisibles a sí mismos, frente a sus propios ojos hasta quedar en una semi-transparencia gelatinosa y húmeda.
Y vieron la verdad. En un instante más corto que la fracción más pequeña, lo que aún quedaba de sus frágiles mentes percibió que habían caído en una trampa y que ahora ellos eran parte de la destrucción del universo. El engaño era tan simple como efectivo y su autoría se de debía al costado invertido del creador. No se trataba de un segundo y poco probable arquitecto cósmico sino de su sombra. Comprendieron que era tan amplia como la luz y la vida. Supieron por ósmosis con el contacto de esta fuerza que aquella era la ausencia de divinidad, el lado sombrío de las sombras de la ausencia.
Supieron también que en un ataque de furia y rebeldía, ésta se quería escindir de su creador, un acto de anarquía cósmica y que ellos habían sido la fuerza material que lo había hecho posible.
Los tres desaparecieron para siempre.
Luego de aquel funesto suceso, el Altísimo expulsó a su sombra y le envió a un lugar al que solo se accedía a través de la negación. Los mundos quedaron divididos y la totalidad fragmentada. Nosotros, mínimos seres de un pequeño mundo, apenas nos toca vivir en el intento, la búsqueda de la unidad.
LIRIO SMENSKY, 1954 "LOS ALTILLOS DE DIOS" (Ed. Supsarek)
Seleccionados y entrenados por los más grandes y notorios maestros de todos los rincones el cosmos, su misión era revertir el proceso de licuación de partículas de materia que se estaban disolviendo en extraños pozos que comenzaron a aparecer hacía algún tiempo y que que nadie sabía ni de donde venían ni si tenían propósito alguno.
Los sabios, que decían comunicarse con el Gran Creador De Todo, aseguraban que éste había sido muy claro en cuanto a que aquellas formaciones de vacío no habían sido obra suya.
Esto creó un interrogante de orden supremo ya que la idea general con respecto a los poderes del Altísimo incluían como presupuesto el hecho de que aquel era el hacedor de todo lo que existía, lo que existió y existirá, pero ante la extraña afirmación de que los agujeros en cuestión no podían ser atribuidos a su obra, se produjo una escición en el pensamiento de aquellas mentes, dado que la consecuencia natural y deducción lógica era que había alguien más que podía ser llamado creador.
Luego de un concilio al cual asistieron miles de seres venidos de diversas partes y espacios, decidieron de común acuerdo investigar a fondo aquella cuestión.
Los tres humanoides enviados para semejante misión eran los más aptos para semejante tarea. El primero, un arquestiano proveniente de la galaxia de Synfo, tenía la habilidad de conjurar a los espectros ocultos del lado sombrío de la existencia; el segundo un armeniano, era fluido en más de cinco mil lenguas y poseía el secreto de la comprensión de la semántica universal; el tercero, un ranoniano podía interactuar con la energía y la materia comunicándose con los átomos y su esencia para modificar los ciclos de sus movimientos y así materializar objetos, invisibilizar el mundo sensible y movilizar energías como vientos y radiaciones fluctuantes en el éter.
Se esperaba mucho de ellos. La presión era grande. La idea de que existiera un segundo creador sencillamente ponía en jaque a la construcción conceptual del universo.
Cuando los tres llegaron hacia la zona más oscura de algo parecido a la nada dentro del vacío, creyeron oír una voz, pero al parecer cada uno escuchaba algo distinto.
La voz les hablaba a cada uno dentro de sus mentes y a cada uno decía lo que necesitaba escuchar. Al arquestiano experto en conjuros le dijo que debía invocar a los espectros de anti-materia, al armeniano le hizo saber que su labor consistía en decodificar el lenguaje del silencio y al ranoniano le propuso que diseñe un escudo en forma de cúpula para aislarlos del resto del mundo conocido. Cada uno puso manos a la obra y una vez finalizadas sus respectivas tareas, se encontraron dentro de un domo radiante, oyendo los sonidos de la ausencia y frente a ellos, inmensos y majestuosos, las sombras de la sombra, la nada corporeizada sin un gramo de materia, un agujero negro convertido en ser.
Estaban indefensos. Sintieron miedo.
Sospecharon al unísono que habían sido engañados y que se encontraban ahora atrapados en un no-lugar, un espacio ignoto dentro de la construcción de un aspecto inverso al del fluir de la vida, una negación como premisa y una descomposición de la existencia como acceso a los campos de la muerte.
Uno lloró y los otros dos estaban pasmados. Una parálisis de mente y cuerpo comenzó a invadirlos como un hormigueo espiritual, una visión que se iba descomponiendo hasta hacerse invisibles a sí mismos, frente a sus propios ojos hasta quedar en una semi-transparencia gelatinosa y húmeda.
Y vieron la verdad. En un instante más corto que la fracción más pequeña, lo que aún quedaba de sus frágiles mentes percibió que habían caído en una trampa y que ahora ellos eran parte de la destrucción del universo. El engaño era tan simple como efectivo y su autoría se de debía al costado invertido del creador. No se trataba de un segundo y poco probable arquitecto cósmico sino de su sombra. Comprendieron que era tan amplia como la luz y la vida. Supieron por ósmosis con el contacto de esta fuerza que aquella era la ausencia de divinidad, el lado sombrío de las sombras de la ausencia.
Supieron también que en un ataque de furia y rebeldía, ésta se quería escindir de su creador, un acto de anarquía cósmica y que ellos habían sido la fuerza material que lo había hecho posible.
Los tres desaparecieron para siempre.
Luego de aquel funesto suceso, el Altísimo expulsó a su sombra y le envió a un lugar al que solo se accedía a través de la negación. Los mundos quedaron divididos y la totalidad fragmentada. Nosotros, mínimos seres de un pequeño mundo, apenas nos toca vivir en el intento, la búsqueda de la unidad.
LIRIO SMENSKY, 1954 "LOS ALTILLOS DE DIOS" (Ed. Supsarek)