Sigo sin sueños.  Estoy comenzando a asustarme.  Anoche tuve una idea terrible.  Mientras dormía una aparición en forma de rostro encapuchado apareció frente a mí.  Se dirigió a mí en términos imperativos:
“-Tú el que aparentemente duerme, esparce la noticia de mi vuelta -“
Supongo que alguno podría pensar que eso fue un sueño.  No, no lo fue. 
Un sueño es un sueño y una aparición es una aparición, y esto sin duda lo fue.  Dudé en si prestarle atención a este ente indefinido y finalmente decidí que no podía seguir ignorándolo. En un punto comencé a relacionar todo y tuve la certeza de que se trataba de Viggi a quien llamaban “el eterno”.
No fue un sueño.  Los sueños se los están robando los mentalistas o tal vez directamente los extraterrestres de Suorn.
Hace muchos años tuve una de mis primeras visiones:  una invasión de enormes discos voladores y naves de diverso tipo que tiraban rayos sobre las gentes que corrían desesperadas.  Las casas explotaban ante el ataque y el Río de la Plata parecía una enorme fuente danzante movida por la fuerza de las naves que caían, de los rayos y la tormenta gris, terrible y eléctrica que tornó al río en un mar embravecido.  Las olas tenían hasta veinte metros de alto y atacaban enfurecidas la costa inundándolo todo.
La avenida Libertador se convirtió en un par de horas en un caudaloso río, los autos flotaban sin control y se estrellaban contra las vidrieras destruyéndolo todo.  
Las naves daban todo el aspecto de ser los típicos platos voladores de las fotos o de las películas americanas y sin embargo yo sabía que no eran tales.  No eran extra- terrestres.  En todo caso el ataque no tenía sentido.
Cuando todo cesó, hacia el atardecer, un sol rojo y furioso bañó la ciudad. 
Y nadie recordaba nada.  Estaban claro las víctimas y las destrucciones que se habían producido.  Pero nadie recordó nada en absoluto.  Los medios de información comenzaron a informar acerca del terrible temporal que azotó sorpresivamente a Buenos Aires.  Se daban datos precisos de la velocidad del viento, del agua que había subido y de los daños producidos por los accidentes. 
Recuerdo que me preguntaba de donde tenían esos datos en forma tan inmediata. 
¿Acaso ya se había hecho un relevamiento?.  Imposible. 
Y ahí lo comprendí todo:  los datos ya estaban allí para ser leídos,  el plan ya estaba escrito y se había consumado a la perfección.  
La pregunta que me hacía era ¿Por quién? Y luego ¿Para qué?.  
Se hizo de mañana y decidí levantarme sabiendo que eso no había sido un sueño.  

HENRY MATHESON, 1958 "EL CRONISTA DE LOS SUEÑOS" Capítulo II (Ed. Pallares)





Entradas populares de este blog