Las verdes antenas que parecían brotar de las sienes de aquellas criaturas de ojos grandes y saltones color amarillo se encendieron como si una luz intensa se encendiera desde dentro del cuerpo y proyectaran una energía de una cualidad pulsante y viva.
Los hombres-sapo no eran en realidad reptiles ni mamíferos.
Eran de una extraña raza cuyo ADN había sido manipulado por los semidioses.
La mezcla había sido de tal modo forzada que aún ellos, los eternos navegantes de la noche, no pudieron más que sorprenderse con el resultado.
Habían dispuesto todo de tal manera que de ambas criaturas: un pequeño sapo y un pequeño niño se tocaran los dedos. Estaban vivos pero dormidos y eran parte de un experimento.
Hacía siglos o tal vez milenios que venían haciendo mezclas genéticas con diversos resultados. Este fue el peor. Al cruzarse estos dos linajes tan separados uno del otro en términos de códigos y células madre del entorno biológico, la mezcla se dio como una interacción de orden fatal.
Estas nuevas criaturas fortalecieron las ondas de choque eléctrico y enviaron señales de índole confusa a las células de sus cerebros formando una torcida identidad.
Los hombres-sapo no tenían cabal idea de ser una especie mutante sino que se creían por alguna razón los amos del universo.
A las pocas generaciones conformaron un gobierno en donde actuaban en grupos y se relevaban permanentemente.
Lo llamaron el consejo de super-sabios de los amos de universo.
Esto podría haber parecido incluso cómico si no fuera porque en apenas cien años se hicieron tecnológicamente superiores a sus propios progenitores.
Crearon un imperio que destruyó a otras razas con la facilidad con la que se fumiga una zona de cultivo.
Eran ágiles, veloces, fuertes y astutos. Podían juntar sus inteligencias y actuar como una unidad entre miles de seres incluso estando separados por distancias infranqueables.
Tuvieron eso sí, un escollo. Durante los procesos de creación de patrones de vida, los semidioses habían fabricado otras razas, mayormente como experimentos y en general fallidos. Habían probado mezclar niños con cetáceos y especies de tiburones. Una logró prender y nacieron así los homínidos escualos. Éstos se opusieron a la tiranía de los hombres-sapo y conformaron la liga submarina de la libertad. Estaba compuesta por ellos mismos, peces de diversas zonas de los mares, crustáceos y aún con integrantes del mundo de las algas y los líquenes.
Entre todos nombraron a un representante que fue a negociar a la superficie.
Las tratativas fueron largas y finalmente infructuosas.
Los hombres-sapo exigían sumisión total y los seres marinos exigían no ser incluidos dentro del imperio.
Los hombres-sapo decidieron acabar con las negociaciones evaporando por completo los océanos de la tierra. Y así lo hicieron y todos sus habitantes murieron.
Los semidioses comenzaron a preocuparse porque la regla general de la creación de mundos indicaba que la única condición era la de mantener a aquellos seres creados dentro del mundo dispuesto. De ninguna manera y bajo ningún punto de vista se permitiría a una raza nacida de la experimentación salir de su propia atmósfera.
Y eso fue exactamente lo que sucedió. En diez años los hombres-sapo construyeron reactores hiper voltaicos que podían torcer las líneas del espacio hasta poder penetrar su curvatura y así salir al espacio con un mínimo de energía.
Los semidioses de esas zonas tuvieron miedo de ser eternamente reprendidos y condenados por este percance y no informaron a las deidades superiores del incidente.
Los hombres-sapo se multiplicaron en forma geométrica y a cada nueva generación le enseñaban sus artes, ciencias y su misión: la conquista total y absoluta del universo y sus habitantes.
En pocos años las antenas de los hombres-sapo dominaron las galaxias y viajaban entre los huecos espaciales hacia nuevos universos conquistando y destruyéndolo todo.
Un día, luego de eones de tiempo y con casi todos los universos tomados por estas criaturas, el Supremo se cansó de sus tonteras, bostezó y se los tragó a todos por completo. Luego se acostó a dormir y aguardó cientos de millones de siglos antes de crear otro mundo. Agradezcamos a su inmensa señoría que un día despertó con ánimos creativos y nos hizo a todos del barro de la nada.
ABIGAIL LOTHERBAKS, 2011 "LOS SEMIDIOSES PERDIDOS"(Ed. Pfy)
Los hombres-sapo no eran en realidad reptiles ni mamíferos.
Eran de una extraña raza cuyo ADN había sido manipulado por los semidioses.
La mezcla había sido de tal modo forzada que aún ellos, los eternos navegantes de la noche, no pudieron más que sorprenderse con el resultado.
Habían dispuesto todo de tal manera que de ambas criaturas: un pequeño sapo y un pequeño niño se tocaran los dedos. Estaban vivos pero dormidos y eran parte de un experimento.
Hacía siglos o tal vez milenios que venían haciendo mezclas genéticas con diversos resultados. Este fue el peor. Al cruzarse estos dos linajes tan separados uno del otro en términos de códigos y células madre del entorno biológico, la mezcla se dio como una interacción de orden fatal.
Estas nuevas criaturas fortalecieron las ondas de choque eléctrico y enviaron señales de índole confusa a las células de sus cerebros formando una torcida identidad.
Los hombres-sapo no tenían cabal idea de ser una especie mutante sino que se creían por alguna razón los amos del universo.
A las pocas generaciones conformaron un gobierno en donde actuaban en grupos y se relevaban permanentemente.
Lo llamaron el consejo de super-sabios de los amos de universo.
Esto podría haber parecido incluso cómico si no fuera porque en apenas cien años se hicieron tecnológicamente superiores a sus propios progenitores.
Crearon un imperio que destruyó a otras razas con la facilidad con la que se fumiga una zona de cultivo.
Eran ágiles, veloces, fuertes y astutos. Podían juntar sus inteligencias y actuar como una unidad entre miles de seres incluso estando separados por distancias infranqueables.
Tuvieron eso sí, un escollo. Durante los procesos de creación de patrones de vida, los semidioses habían fabricado otras razas, mayormente como experimentos y en general fallidos. Habían probado mezclar niños con cetáceos y especies de tiburones. Una logró prender y nacieron así los homínidos escualos. Éstos se opusieron a la tiranía de los hombres-sapo y conformaron la liga submarina de la libertad. Estaba compuesta por ellos mismos, peces de diversas zonas de los mares, crustáceos y aún con integrantes del mundo de las algas y los líquenes.
Entre todos nombraron a un representante que fue a negociar a la superficie.
Las tratativas fueron largas y finalmente infructuosas.
Los hombres-sapo exigían sumisión total y los seres marinos exigían no ser incluidos dentro del imperio.
Los hombres-sapo decidieron acabar con las negociaciones evaporando por completo los océanos de la tierra. Y así lo hicieron y todos sus habitantes murieron.
Los semidioses comenzaron a preocuparse porque la regla general de la creación de mundos indicaba que la única condición era la de mantener a aquellos seres creados dentro del mundo dispuesto. De ninguna manera y bajo ningún punto de vista se permitiría a una raza nacida de la experimentación salir de su propia atmósfera.
Y eso fue exactamente lo que sucedió. En diez años los hombres-sapo construyeron reactores hiper voltaicos que podían torcer las líneas del espacio hasta poder penetrar su curvatura y así salir al espacio con un mínimo de energía.
Los semidioses de esas zonas tuvieron miedo de ser eternamente reprendidos y condenados por este percance y no informaron a las deidades superiores del incidente.
Los hombres-sapo se multiplicaron en forma geométrica y a cada nueva generación le enseñaban sus artes, ciencias y su misión: la conquista total y absoluta del universo y sus habitantes.
En pocos años las antenas de los hombres-sapo dominaron las galaxias y viajaban entre los huecos espaciales hacia nuevos universos conquistando y destruyéndolo todo.
Un día, luego de eones de tiempo y con casi todos los universos tomados por estas criaturas, el Supremo se cansó de sus tonteras, bostezó y se los tragó a todos por completo. Luego se acostó a dormir y aguardó cientos de millones de siglos antes de crear otro mundo. Agradezcamos a su inmensa señoría que un día despertó con ánimos creativos y nos hizo a todos del barro de la nada.
ABIGAIL LOTHERBAKS, 2011 "LOS SEMIDIOSES PERDIDOS"(Ed. Pfy)