Su particular palidez se revelaba con una cualidad espectral.
Un ansia de encuentro y fusión ígnea destellaba de a ratos en su rostro de perfectas proporciones.
Sus medidos gestos se correspondían únicamente a su propia sensación de soledad. El pavor que le ocasionaba la idea de un vacío apenas compartido con un entorno indiferente hacían a aquella joven hermosa, esconderse en oscuros vericuetos de su propia interioridad.
Deseaba y temía con la misma fuerza y la misma intensidad pero huía de la intensidad como de la peste.
Redoblaba sus esfuerzos por dar un aire de suficiencia a su propio relato y como una profecía autocumplida, su sino era la ausencia y el desencanto.
Alguna vez había soñado con grandes hazañas, portentos por venir, una inmigración al universo de lo relevante. El significado de aquella pulsión violenta e incontenible la hizo temer su propio caudal de energía volcánica y se torturaba con la idea de que si aquella fuerza brotara, habría muertes. Muchas.
El camino de la efervescencia y la explosión le estaban vedados por su propia creencia en dioses introyectados con mandatos de servidumbre y congoja.
Así fue hasta sus diecisiete años.
El entrenamiento secreto que llevó a cabo por un tercio de su vida se expresó el día en que el mundo por ella conocida se vino abajo entre vidrios quebrados y sangre espesa.
Habían matado a su hermano.
Había sido su mentor, la figura destellante que había absorbido todos y cada uno de los golpes, insultos y provocaciones convirtiéndose en un guardián celoso e implacable.
Y así ella pudo desarrollarse en secreto a la sombra de un gran guerrero. Lo había viso luchar, entrenar y aún matar con aire exquisito.
La fina irradiación de la mente sobre el cuerpo en una armonía danzante y poderosa.
Pero el zumbar lejano del mundo de la pólvora acabó con aquel fluir de movimientos y con una mente que de angelical y noble se había transformado en silencioso regulador de la justicia y la piedad, matando bestiales criminales u orientando a alguno que él consideraba digno de ser salvado.
Ella lloró, mucho y a mares. Pequeña y decidida arremetió contra el mundo en un juramento de venganza. Ese día nació la leyenda de Samurai Sister.
AKIRO TOMAHO, 2012 "SAMURAI SISTER" (Ed. Tokoyama Hano)
Un ansia de encuentro y fusión ígnea destellaba de a ratos en su rostro de perfectas proporciones.
Sus medidos gestos se correspondían únicamente a su propia sensación de soledad. El pavor que le ocasionaba la idea de un vacío apenas compartido con un entorno indiferente hacían a aquella joven hermosa, esconderse en oscuros vericuetos de su propia interioridad.
Deseaba y temía con la misma fuerza y la misma intensidad pero huía de la intensidad como de la peste.
Redoblaba sus esfuerzos por dar un aire de suficiencia a su propio relato y como una profecía autocumplida, su sino era la ausencia y el desencanto.
Alguna vez había soñado con grandes hazañas, portentos por venir, una inmigración al universo de lo relevante. El significado de aquella pulsión violenta e incontenible la hizo temer su propio caudal de energía volcánica y se torturaba con la idea de que si aquella fuerza brotara, habría muertes. Muchas.
El camino de la efervescencia y la explosión le estaban vedados por su propia creencia en dioses introyectados con mandatos de servidumbre y congoja.
Así fue hasta sus diecisiete años.
El entrenamiento secreto que llevó a cabo por un tercio de su vida se expresó el día en que el mundo por ella conocida se vino abajo entre vidrios quebrados y sangre espesa.
Habían matado a su hermano.
Había sido su mentor, la figura destellante que había absorbido todos y cada uno de los golpes, insultos y provocaciones convirtiéndose en un guardián celoso e implacable.
Y así ella pudo desarrollarse en secreto a la sombra de un gran guerrero. Lo había viso luchar, entrenar y aún matar con aire exquisito.
La fina irradiación de la mente sobre el cuerpo en una armonía danzante y poderosa.
Pero el zumbar lejano del mundo de la pólvora acabó con aquel fluir de movimientos y con una mente que de angelical y noble se había transformado en silencioso regulador de la justicia y la piedad, matando bestiales criminales u orientando a alguno que él consideraba digno de ser salvado.
Ella lloró, mucho y a mares. Pequeña y decidida arremetió contra el mundo en un juramento de venganza. Ese día nació la leyenda de Samurai Sister.
AKIRO TOMAHO, 2012 "SAMURAI SISTER" (Ed. Tokoyama Hano)