Rara vez es posible observar el átomo como una entidad estable. Sin embargo los científicos lograron aislarlos separando los polos magnéticos y fusionando sus aportes eléctricos en polaridad invertida.
Eso significaba que en el mínimo espacio posible de trabajo habían creado la posibilidad de una explosión a escala global. Es que no se trataba de cualquier átomo, era un átomo de percepción.
Al parecer las emociones y los sentimientos segregaban una forma física concreta que antes de traducirse en el cuerpo en forma de hormonas pululaban en el espacio girando alrededor de núcleos de los electrones.
Como sea, el caso es que al aislar el elemento perceptivo en forma de energía estaban casi sin saberlo creando materia.
Solo era cuestión de tiempo que condensara y se apelmazara hacia una fluctuante solidez.
Claro que la búsqueda estaba vinculada a la posibilidad de crear lazos energéticos a través de mallas que unan la consciencia a la materia cruda de modo tal que se pudiera manejar el mundo cuántico a voluntad.
Todo estaba siendo financiado por laboratorios militares en secreto y contra toda ley que impedía la creación de máquinas humanizadas.
Al comienzo habían probado con la clonación pero era tedioso, costoso e inestable. Las piezas implantadas en las máquinas tendían a tomar el curso que tuvieran cuando en vida sus cerebros les ordenaran y así, al faltar el ente central nervioso, era impredecible a cual resultado arribarían.
Para ello habían creado una empresa fantasma que sirviera de pantalla para sus prácticas. De todos modos, se sabía, incluso habían hecho películas al respecto y tarde o temprano las desenmascaraban o se mudaban y cambiaban los nombres y continuaban con sus operaciones en otro lado y con otra identidad.
Sin embargo, la creación de una clase de partícula que estuviera vinculada a la consciencia era algo desconocido y por ello fascinante. Consiguieron más y más presupuesto y construyeron inmensos aceleradores de partículas para fomentar una trabajo más rápido y eficaz.
Cuando siglos más tarde los libros de historia y el libro sagrado denominado El Metagénesis hablaban de esta oscura parte de la historia homínida se referían a la misma como El Falso Prometeo.
A la luz de la casi extinción de la especie humana y de la tierra toda, el concepto de fuego sagrado pasó a ser una palabra vedada en los círculos de la sapiencia. El Falso Prometeo iba a traer según las crónicas que escribían los voceros de la organización, una nueva era de salud eterna para el ser humano.
Algo falló. Ni siquiera los especialistas pudieron prever lo que realmente aconteció.
Murieron primero ellos, luego los involucrados y finalmente el Fuego Sagrado arrasó con la tierra. Nadie ganó. Como en un juego macabro de ruleta rusa, el humano se destruyó a sí mismo en busca del poder.
La criatura de consciencia extraña que estaban armando en el laboratorio traía implícita cierta fuerza de origen desconocido, una sustancia que dieron en llamar "el factor celeste" y por algún motivo que nunca llegaron a comprender era inalterable.
Cuando la descubrieron con los más potentes microscopios comenzaron a ver como podían estimularla y dejarle grabada la impronta que buscaban.
No había caso.
La sustancia, pequeña como era, no se dejaba tocar.
De hecho, como si fuera un artista marcial avanzado atraía los rayos que le enviaban y giraba sobre sí mismo devolviéndolo a su origen.
Así no solo no podía ser lastimado sino que hería su propia fuente.
Con el tiempo y sin que los científicos entendieran ni como ni porque, los elementos celestes comenzaron a fusionarse entre sí.
Al comienzo era una forma indefinida, amorfa y cambiante pero luego tomó una extraña dimensión y todo el laboratorio pudo ver como se formaba un cuerpo.
De color blanco y azul eléctrico al comienzo y luego también amarillo brillante y naranja. El cuerpo crecía a la vista de todos. De grandes ojos que brillaban como soles verdes, cabellos eléctricos y la boca con un rictus de firmeza como nunca nadie había visto en sus vidas. Sus manos y dedos eran semejantes a dagas y su torso imponente parecía tallado y formado con proporciones griegas.
Las piernas largas y sin duda poderosas y los pies con siete dedos cada uno.
Flotaba.
De su espalda azul hielo nacieron unas inmensas alas como de un águila del color del mar. El "factor celeste" tomó la forma de un ángel.
Ni hombre ni mujer sino andrógino.
Brillaba con la intensidad de mil estrellas y quienes lo miraban a los ojos quedaban duros como estatuas de sal.
Algunos intentaron huir pero el ángel sonrió apenas y simplemente se desintegraron en el aire. Las máquinas alrededor explotaron y comenzó una reacción en cadena que salió por la ciudad y dio la vuelta al mundo en cuestión de segundos.
El mundo colapsó.
Se dice que el ser humano implora a los ángeles solo porque no sabe con quien está tratando.
IKEO MISHIMA, 2011 "CRÓNICAS DE LA SUPERVIVENCIA" (Ed. Sin Morai)