De singular mirada, como un albaricoque remolón, desafiaba a tientas los prejuicios de sus antepasados muertos, en el acto de convertir piedras en almejas o segmentos de vacío en huellas digitales. La variedad más alocada de la sección de rosas subcutáneas alcanzaba cantidades heroicas en un mundo insobornable.
El espejo delataba sus rasgos de peluche rosa y reflejaba tan solo a los seres pares. A los otros en cambio los tragaba como un lobo hambriento para escupir sus huesos masticados y mórbidos. Su largo vestido a rayas azules en medio de la tempestad no refulgía como esperaba así que se tragó el orgullo y se retiró a las sombras. Había anteojos partidos sobre la mesa de caoba y un lapicero de ornato celta que parecía observarlos en mutilado silencio. El aire se hacía cada vez más espeso con la consistencia de yogur. Respiraban insectos. La lengua se les hinchaba hasta parecer una inmunda llaga deletérea. Secretaba una lacrimógena y aguada sal a la que llamaba pomposamente lágrima cuando no era más que una mala copia de un error inoportuno. En su silla de bronce opaco se sentía como un rey, un alma privilegiada que podía disponer sin límites de la capacidad de asepsia y olor mentolado. Un hombre de barba marrón como un oso pardo se acercó para pedirles ayuda y lograron únicamente evitar convertirlo en hortaliza. Su afecto por la magia era tan singular como su nueva estrella, llena de sonoridad en su lengua natal. Todos le temían pero algunos lo adoraban con la sinceridad de los devotos y los píos. Secretamente deambulaba como un cuervo herido entre los matorrales del bosque agrio y desde allí llegó a remontar alturas intransitadas hasta el momento. Los infinitos frascos de cristal se distribuían ante sus ojos de formas que no llegaba a comprender y un día quedó cegado y pétreo.
La particularidad más evidente era su ranura, el apego a la desilusión y la persistencia en el desatino. Buscó como todos los jóvenes retirarse del mundo adulto hacia una esfera de ángulos necesariamente perversos. Limpió su nombre al final, no con lejía sino con formol mientras hacía arder su pluma en un fuego blando. Luego de un tiempo más simbólico que preciso se escabulló entre las gentes del lugar y manifestó una aversión hacia los vientos que se hizo popular incluso luego de muerto. Traía escobas, maniquíes, dedos de latón y fermento de pescado, trozos de vidrio molido con hematites y cientos de papeles gastados con los nombres de los elegidos para el sacrificio.
¿Quién se iba a perder el espectáculo? Los hombres de la noche se partieron al medio como tazas de porcelana y nunca más fueron de utilidad y como basura fueron desechados o vendidos por centavos.
La base de la estructura era polimorfa y estaba pintada de color bermellón. Cuando se atrevió a mirarlo directamente la los ojos la serpiente se hizo carne blanda debajo de la piel amarilla y húmeda.

Terminaron de asar pescado indio y comieron como hambrientos osos del sur. Se distrajeron cortando trozos de algodón y confeccionando manoplas. Cuando el polo comenzó a derretirse un niño de origen letón se arrojó a un río helado sin más. Por detrás las turbinas de un hidroavión rugieron fuerte. Tenía las pestañas largas y oscuras como escobillones. Ella lo amaba. Él la amaba. Y no eran murciélagos. Sin embargo volaban.

Había una larga lista de objetos pintados a mano, una cuchara de bronce que relucía bajo la luz artificial y un cuadrante de marino, algo gastado, dos bolas de cristal transparente que refulgían como si tuvieran luz propia y una onza de pan duro que sin embargo olía a anís fresco. Sobre el mantel decorado con bordados delicados había varias botellas de vino tinto, posiblemente Cabernet francés aunque una botella al menos era un Chianti de la península. Desde el piso se veía una enorme araña de metal bruñido y desde el cielo raso se veían las baldosas de granito pulido y en ambas vistas la simetría parecía haberse roto o quizás fuera que la geometría se había salido de eje. No había formas a las que llamar euclidianas ni ángulos medibles con un transporte, solo la sinuosa compensación de las formas en una estructura compleja y variable.

Noemí se acercó llave en mano y se la arrojó con fuerza a la niña que la miraba con grandes ojos desde la puerta, luego salió y se arrojó por la ventana del piso trece. La niña no lloró y tampoco hizo gesto alguno, como si estuviera esperando aquel salto. Sonrió satisfecha y tragó el juego de llaves con lo que falleció atragantada casi en el acto.

Del pasillo se oían voces tempestuosas. Un humo espeso se colaba bajo la puerta y los hombres rojos ingresaron dando una patada a la puerta. Uno de ellos a los que los demás llamaban capitán, disparó contra la niña ya muerta como para estar seguro y luego se arrojó por la misma ventana entreabierta. Los demás lo siguieron: doce hombres volando hacia el vacío y la humareda flotando alrededor de un edificio de ciento veinte pisos hecho de mármol y cubierto con oro en las aristas y en los diedros que componían su extraña forma de hexágono alargado.

La lápida decía “Aquí yace Noemí Álzaga, honorable dama de la Sociedad Perfecta Q.M.E.P.D.E.L.E. 1215-1998”

ANTOINE YASSIN DE-LIEU, 2011 "DE LA MORFOLOGÍA INDECENTE" (Ed. Vivieux) 




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