La autora, Sabrina Van der Lasta, confirma en su libro "Las ausencias de Gabriel Virasoro" la teoría hasta ahora solo repetida en las redes sociales de que el intento de suicidio de Adabel Vallares no fue tal sino que habría sido una maniobra de encubrimiento por parte del cartel de "la Boli" para distraer la atención de los medios sobre la cuestión esencial que desvelaba a la ciudadanía en ese momento y que no era otra que el desvío de información central para la recusación del fiscal Nebeldian en el caso en el que fuera acusada la viceministra Aída Carbatta a la cual se le habría prometido una cuenta en Suiza y el secreto sobre la cuestión en la que según el agente doble involucrado, conocido como Aitor "el dron" se le habría tendido una trampa mediática a través de la difusión de fotos privadas en las redes sociales en las que salía desnuda en una gran orgía lo cual fue desmentido luego por su secretario privado argumentando que si bien había estado presente en el lugar, en ningún momento se habría producido la mencionada fiesta negra en la que como se repitió hasta el hartazgo la involucraba a ella y a los cancilleres de varios países limítrofes que según confesó tiempo más tarde un testigo de identidad reservada, había sido un montaje con las caras de los imputados en un fotomontaje sobre una película pornográfica que estaba circulando con éxito en las redes luego del fracaso que significó el intento de hacer pública la noticia sobre el homicidio del empresario de origen oriental que supuestamente habría intentado una maniobra fraudulenta utilizando sus redes de contactos entre las cuales figuraba Adabel Vallares y la misma Aída Carbatta que según las mismas fuentes se habrían conocido en el hotel Savoy de la calle Corrientes en un evento organizado por Greenpeace y en el cual también habrían sido vistos el hijo del así llamado Barón del Conurbano, Carlos Miglino que no habría sido otro que el mismo que ordenó el secuestro de los papeles que involucraban a los ahora tristemente célebres miembros de "la Boli" en los episodios por todos conocidos que terminó en la aparente muerte del marido de la diputada Vanina Merquetti que denunció ante la cámara que habría sido presionada por varios medios para que desmintiera la versión circulante en la que estaría involucrado un miembro del gabinete junto con varios periodistas de multimedios latinoamericanos entre los cuales se hallaba Jesús Troncoso que venía de entrevistar al presidente de la república Checa y que según fuentes no oficiales habría sido un hombre pago por la empresa láctea anglo francesa que pretendía sacar pingües ganancias a través de un contrato de exclusividad entre ambos países y que no habría tenido reparo en mandar a matar a los dos negociadores anteriores que según la autora no eran otros que el citado fiscal Nebeldian y su ayudante Andrés Sotomayor el cual fue sospechado de arreglar las negociaciones presionando a los dueños de la empresa con el argumento de que sus nietos serían secuestrados por el cartel si no firmaban el acuerdo que les permitiría traer rifles rusos escondidos en los containers de leche chocolatada en polvo que ingresaban al país sin pasar por los controles habituales y que al decir del jefe de la prefectura se constituyen el treinta por ciento del contrabando de estupefacientes que ingresan en crudo para ser elaborados en la villa quince para ser vendidos en el resto del continente en forma de galletas de agua, jabones perfumados y caramelos de menta.
Lo curioso no fue que él haya ensoñado despierto sino que vivió sus dos realidades en paralelo como escindido entre mundos que sin embargo conformaban una particular unidad. En un mundo practicaba la respiración diafragmática, reconcentrado y hecho carne con su cuerpo, en el otro se encontraba dentro de una inmensa esfera grande, una estación espacial. Una claraboya a la derecha arriba de la línea ecuatorial imaginaria presentaba un hueco que llevaba hacia algún lugar desconocido. Volando hacia ella un inmensa águila de mármol blanco batía sus alas con firmeza guiando a una serie de seres extraños que lo seguían en silencio y ordenada danza. Eran ángeles, abstraídos y alegres, acaso perdidos con coronas de guirnaldas y trompetas de oro refulgían como quásares en medio del recinto. La línea imaginaria que formaba el vuelo del rapaz y su corte angelical componía una sonoridad espectral que bien era una pintura sinuosa e inquietante y a la vez una partitura viva de un alguna misa cele...