WILLIAM FERRY live: "Y algo explotó. Sería tal vez el calor excesivo guardado por demasiado tiempo quemando las entrañas, aguardando el momento. Y algo desbordó. Acaso el museo de lágrimas ya no podía guardar tanta fuerza líquida, tanta pulsión de agua dulce y salada. Vaporosas sensaciones en la mente. Escurridizos pensamientos, quizás leves inclinaciones hacia el fondo de un lago de lava a la espera de su ebullición. Un conflicto que no es duda y una certeza sin estridencias. Resucitar siempre es un buen comienzo. Entre los excesos del calor y la necesidad de estallar en miles de gotas que ya no pueden ser contenidas por las duras paredes de cemento argumental, se genera nueva vida, brotes verdes en medio del invierno crudo. Bajo un sol aún tenue y ante la inminencia de la tempestad se descubre una fisura en el traje de amianto incrustado en las infinitas vueltas del cerebro y de pronto estalla la vida. En un tiempo previo al verde despertar de la estación much...
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Mostrando entradas de agosto, 2016
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Y algo explotó. Sería tal vez el calor excesivo guardado por demasiado tiempo quemando las entrañas, aguardando el momento. Y algo desbordó. Acaso el museo de lágrimas ya no podía guardar tanta fuerza líquida, tanta pulsión de agua dulce y salada. Vaporosas sensaciones en la mente. Escurridizos pensamientos, quizás leves inclinaciones hacia el fondo de un lago de lava a la espera de su ebullición. Un conflicto que no es duda y una certeza sin estridencias. Resucitar siempre es un buen comienzo. Entre los excesos del calor y la necesidad de estallar en miles de gotas que ya no pueden ser contenidas por las duras paredes de cemento argumental, se genera nueva vida, brotes verdes en medio del invierno crudo. Bajo un sol aún tenue y ante la inminencia de la tempestad se descubre una fisura en el traje de amianto incrustado en las infinitas vueltas del cerebro y de pronto estalla la vida. En un tiempo previo al verde despertar de la estación mucho antes del solsticio y bajo ...
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Pequeño habitante del reino animal, poco reconocida y apreciada, apenas nombrada y siempre perseguida por el cruel humano que ha hecho una actividad lúdica de desintegrarlas con sal. Húmedas y de una inteligencia más bien sencilla, lentas y poco agraciadas, las babosas no generan esa inmediata empatía que logran los perritos o las gacelas. No hay nada en ella que a primera vista se admire o enamore. Pobrecillas criaturas que reptan a velocidades tan ínfimas que escasamente recorrerán algunos metros durante toda su existencia. Su carencia de vértebras promueve una mezcla de disgusto e ira, que molesta e incita a la violencia en su contra. Si tuviesen grandes ojos o un suave pelaje serían o bien criadas como mascotas o por último cotizadas para algún fin práctico. Pero tampoco. No hay gracia en ellas, ni intento de comunicación aparente y posiblemente eso es lo que más irrita al humano: su desinterés por nuestra propia existencia. Son en ese sentido el peor espejo del mundo. Ellas no...