En cada inclemencia hereditaria se desgrana el psiquismo hasta
herrumbrar la memoria. Como consecuencia de su circunstancial debilidad se
ancla en su pasado el agregado de una serie de condiciones intangibles pero
igualmente potentes. Desde profundas instancias de la propia identidad, se
perciben los ecos del latrocinio perpetuado contra la zona germinal del ser
interior. Así, y como consecuencia inevitable en su circularidad, se establecen
los lineamientos para una nueva traición, en la creencia distorsionada de que
aquello es propio. Y en parte lo es aunque de forma invertida y diluida. Los
saberes contraídos en la sucesión de la existencia interponen alegatos de signo
y sentido en el contexto de una mirada amplia pero aún así intencionada. Es
preciso conceder a la formulación primaria el beneficio de la duda bondadosa
aún a sabiendas de que las probabilidades se hallan en su contra. Por cierto,
el ciclo de enlaces hacia fenómenos de mayor intensidad se perpetúan a la
manera de almas particionadas bajo el ala de la colmena. En ese universo,
detrás de la mascarada de la repetición ritualizada de lo incomprendido, se
articulan los regios estandartes de los pasados sin función, es decir, de todo
aquel verbo simbolizado como acción a través de una forma. Ridícula situación
en la que se descompone la realidad en partes interesadas para ser utilizadas
como rémoras del pensamiento. Cada espacio asignado a un momento en particular
se desdobla en un acto implicado en la misma porción del segmento vivido y
finalmente se presume de redención cuando apenas se ha rozado la impermeabilidad
de la corteza del saber individual y la participación colectiva. Es necesario
comprender en plenitud el sentido profundo del caos en la experiencia continua
ya que su valor no puede ser medido ni analizado pero si intuido. Exactamente
en el centro de la impostura crónica se halla también la llave del cofre de la
alteridad de la experiencia. Como si se tratara de un híbrido entre lo formal y
las partes blandas del acto de pensar, la muestra que se esparce sobre la mesa
del saber queda contaminada con el propio deseo de lo que no es. Así, en
términos más generales se intoxica la pulsión de vida y para usos particulares
se perpetúa la noción de falsedad. Con cada nueva inyección de pluralismos se
sentido los tópicos se desarrollan a partir de intenciones configuradas como
axiomas. El centro mismo de la acción emergente se incorpora como influencia
meta genética. La sal del devenir insuflado por las ponencias de los
desarrollos previos atraviesa cada certeza y obliga a reescribir la propia
historia. Sin saber a donde conduce la experiencia no hay más que otear por
sobre el hombro de la creencia para descubrir el cauce de un río que a la
inversa de las leyes físicas, asciende hacia su origen. Esa es la causa y el
contrato, la dramatización y el sentido último, es en fin, la polisemia de lo
inacabado, un acto de amor.
CARMELA MORÁN-HERMIGER, 1987 “NUBIAN” (Ed. Trottelman &
Schachtel)