FRAGMENTOS EXQUISITOS DE TEXTOS PERDIDOS, DESCONOCIDOS O IGNORADOS
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TARDARON AÑOS EN DESCUBRIRLO. SU DISFRAZ ERA SOBERBIO. MALLA ROJA CON BORLAS DE ORO. ¡LLAMAS DE AMATISTA Y JADE!. ROCIABA SU MANO CON VERBENA Y AJO.
(LOS CONDENADOS, Lucio Pedestal Lazo, 1887)
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Lo curioso no fue que él haya ensoñado despierto sino que vivió sus dos realidades en paralelo como escindido entre mundos que sin embargo conformaban una particular unidad. En un mundo practicaba la respiración diafragmática, reconcentrado y hecho carne con su cuerpo, en el otro se encontraba dentro de una inmensa esfera grande, una estación espacial. Una claraboya a la derecha arriba de la línea ecuatorial imaginaria presentaba un hueco que llevaba hacia algún lugar desconocido. Volando hacia ella un inmensa águila de mármol blanco batía sus alas con firmeza guiando a una serie de seres extraños que lo seguían en silencio y ordenada danza. Eran ángeles, abstraídos y alegres, acaso perdidos con coronas de guirnaldas y trompetas de oro refulgían como quásares en medio del recinto. La línea imaginaria que formaba el vuelo del rapaz y su corte angelical componía una sonoridad espectral que bien era una pintura sinuosa e inquietante y a la vez una partitura viva de un alguna misa cele...
Lo curioso no fue que él haya ensoñado despierto sino que vivió sus dos realidades en paralelo como escindido entre mundos que sin embargo conformaban una particular unidad. En un mundo practicaba la respiración diafragmática, reconcentrado y hecho carne con su cuerpo, en el otro se encontraba dentro de una inmensa esfera grande, una estación espacial. Una claraboya a la derecha arriba de la línea ecuatorial imaginaria presentaba un hueco que llevaba hacia algún lugar desconocido. Volando hacia ella un inmensa águila de mármol blanco batía sus alas con firmeza guiando a una serie de seres extraños que lo seguían en silencio y ordenada danza. Eran ángeles, abstraídos y alegres, acaso perdidos con coronas de guirnaldas y trompetas de oro refulgían como quásares en medio del recinto. La línea imaginaria que formaba el vuelo del rapaz y su corte angelical componía una sonoridad espectral que bien era una pintura sinuosa e inquietante y a la vez una partitura viva de un alguna misa cele...
Sentada sobre una roca contemplaba el océano la humana Pebis. Se solazaba con la idea profundamente arraigada en ella, de que las gaviotas revoloteaban tan solo para contemplar su belleza. Así, día tras día, caminaba hasta el risco y sobre su roca preferida agradecía al cielo por ser tan afortunada. Un día uno de los tantos dioses que habitaban el cielo inmortal, se cansó de la vanidosa niña. Se aburrió de su zoncera y decidió castigarla con una dura lección. Es bien sabido que los dioses tienen un sentido del humor un tanto incomprensible para nosotros y nunca sabremos en que consistía dicha lección. El caso es que Atur, dios de los espejos, hizo caer un rayo invisible sobre la joven Pebis. Ella se sintió como iluminada, rebozante de vida y amor por sí misma. La maldición estaba echada. LOS ESCINDIDOS