El conteo comenzó y la situación se puso intensa. De verdad creían que morirían aquella tarde. Vargas amenazó con disparar a todos y Bonifacio se tiró al piso temblando de miedo. A Pablo Esquil le decían "Caracas" por su origen venezolano y desde el piso Bonifacio, aún muerto de miedo le hacía bromas estúpidas -"caracacaca, carcacacá" en algo que se parecía a un ataque de histeria. Vargas le disparó en la mano y Bonifacio de algún modo le agradeció y se concentró en la sangre que manaba de su brazo mutilado. Vargas miró al cielo e improvisó una plegaria:
"Oh Señor, libranos del mal y la muerte
Haz que tu presencia nos hermane
Ayúdanos en estos momentos oscuros
Permanece junto a mí alma..."
Mientras miraba al cielo intoxicado de fé, los demás lo miraron y comenzaron a cambiar sus expresiones. Algo estaba sucediendo. Caracas levantó a Bonifacio y le vendó la mano y éste a su vez se disculpó por sus bromas. Todos los presentes fueron bendecidos con un momento de gracia mientras Vargas le hablaba al Supremo.
Abandonaron el crimen. Se hicieron monjes. Viven en comunidad y hablan solo lo necesario.
Son extraños los caminos del señor.
CARLOS ANTÚNES, 2007 (COSAS DE DIOS, Ed. SAUDADE)