El sitio elegido era un pantano. Allí, entre los árboles se hallaba un pequeño sector que se mantenía seco y el pasto era amarillo, casi dorado. Se encontraron como habían quedado tiempo atrás en su última cita en la montaña. El trato era simple: se verían un solo día cada quince años. Maylin era muy joven cuando hizo el pacto, hace ya mil doscientos años. En cambio José era un anciano con novecientos cincuenta años de vida. Era un amor imposible, ella era una loba albina y pálida como una luna y él era un leopardo enorme de color fucsia, con grandes dientes y un pelaje excepcional.
Bailaron una danza secreta, que habían inventado hace ya un tiempo mientras se observaban con los ojos más brillantes del Universo, con tal fuerza que hacía que el mismo sol pareciera opaco.
El iris violeta como una amatista incandescente del felino resplandecía de amor. Los ojos oscuros como el cielo más negro de la loba blanca tragaban el fulgor de su amado y sacudía hasta las células más pequeñas de su inmenso ser.
Se despidieron, ya volverían a verse.
FEDERICO HELLER, 1876 (CANTOS DE LA ETERNIDAD, Ed. HAMMERSOHN)