De pronto nos vimos envueltos en una extraña neblina de color ámbar. A tientas avanzamos hacia la escollera con pánico a resbalarnos y caer los doscientos metros que nos separaban del embravecido mar. Carlo, Asenzio y Mara se adelantaron y en apenas cuestión de segundos dejamos de oírlos. Grité con toda mi fuerza y apenas un eco lejano y sordo me devolvía la certeza de nuestra soledad. Ingrid y yo nos tomamos de la mano y dimos algunos pasos. La niebla se disipó tan rápido como vino. Delante nuestro no había más que piedras y vacío, y no estaban nuestros amigos. Supimos entonces que o bien habían caído para estrellarse y ser absorbidos por las olas o bien la niebla los había tragado y llevado al Sector del Tormento. Sabíamos del Sector desde que nos fueron leídas las runas por la bruja occidental; allí nos advirtieron acerca de un portal sin retorno. Nosotros ¡ingenuos! nos hicimos caso y seguimos jugando a los aventureros. Ahora quedamos solo dos y estamos perdidos.

LIZZIE MORTON, 1987, "LOS FAROLES DEL TORMENTO" ED. Graham Scott

Entradas populares de este blog