Sobre el enorme pórtico una gran terraza, Cuatro gigantes con túnica negra apostados sobre las esquinas. Cada uno llevaba una inmensa lanza de bronce con penachos azul y verdes. Los pies calzados con botas de cuero y punta de metal. Debajo, en las calles, la gente caminaba sin dar cuenta de aquella soberbias criaturas. Tampoco parecía sorprenderles el vuelo rasante de las águilas sobre las calles.
Las puertas de roble se abrieron de par en par para dejar paso al hombre del pañuelo rojo. Sus cabellos eran tan largos que le llegaban hasta la cintura. Con los brazos en alto miró al cielo violáceo y desde lejanas nubes atrajo cientos de rayos. Puro magma caliente y ondeante alrededor de sus manos. Sus ojos se volvieron océanos de plasma ardiente. Cuando el evento terminó apenas unos instantes más tarde me siguió pareciendo por lo menos notorio el hecho de que las personas alrededor no reaccionaban ante semejante fenómeno. Hasta que comprendí: aquellas personas estaban muertas. Eran los que no habían pasado la prueba, los eternos durmientes, muertos sin destino ni hogar ni futuro condenados a no ser recibidos ni el cielo ni el infierno.
El hombre del pañuelo rojo ya había vuelto a la normalidad y los gigantes de la terraza miraban al poniente. Las banderas se izaron el los mástiles de las cúpulas de las torres del castillo.
Algunos hurones entraron por un pequeño camino junto a un pequeño ejército de topos. Por otro lado de las ventanas sacaron a relucir los cañones. Enormes tubos destructores apuntando hacia la colina. La guerra estaba a punto de comenzar. Una batalla entre los vivos, los muertos y los desgraciados atados a la más penosa eternidad. Y nosotros, testigos sin poder de acción, presos dentro de una dimensión intercalada entre un sinnúmero de alternativas, todas ellas de improbable salida. Comenzamos a correr, más por instinto que por tener alguna idea de como salir de allí. Corrimos y corrimos hasta agotarnos. Terminamos en un arroyo mojados y sin aire. Y ese fue solo el comienzo.

WILBERT GODFRIED, 1990, "INCANDESCENTES" Ed. Portfail & Cassis

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