Corrí por el bosque oscuro. Serpenteaba rozando con mi palma la corteza de los árboles con la cualidad de un mono de tierra. El cielo parecía contraerse y expandirse haciendo que las estrellas pasaran de pequeñas luces lejanas a inmensas linternas ominosas. Estaba agitado pero la adrenalina de la furia y esa extraña valentía que surge de la claridad me mantenían rápido como un halcón de caza. Sabía que mi amada estaba en peligro. Estaba siendo atacada por un chino invisible. A la distancia me pregunto que me hizo creer que podría hacer algo contra alguien con el don de la invisibilidad, pero en ese momento mi único objetivo era tomarlo por el cuello y partírselo, escuchar un "crack" y escupirlo luego con asco y odio.
Llegué justo a tiempo para evitar que a ella le pasara algo. Y ahí mismo entendí que ella fue el cebo: el chino invisible me quería a mí. Peleamos por un rato y si bien yo no lo veía, sentía mis golpes cuando los podía conectar. El chino me golpeó muy fuerte, en el estómago, en la cabeza, me pateó e incluso me mordió los brazos con sus dientes afilados.
Saqué mi puñal y lancé unas estocadas que él esquivó con la habilidad de miles de generaciones de luchadores fantasma. Pero luego de un rato cometió un error en un giro y logré clavarle el filo en el esternón. Siguió peleando por un rato pero al parecer la puñalada había sido mortal y comenzó a brotar sangre de la nada misma, su invisibilidad al parecer se circunscribía a la epidermis pero no a los órganos y los fluidos del cuerpo. Y así veía la sangre caer como una cascada, rojo contra la infinita noche.
Dejó de luchar y cayó. Me sentí apenado y enojado al mismo tiempo, había matado a un hombre y ni siquiera podía verlo. Pensé en ir a la policía a denunciar el hecho pero el buen tino me contuvo ¿Qué les iba a explicar? ¿Qué había matado a un chino invisible?
SANTIAGO LOZA-PRATT, 2003, LOS TORMENTOS DE LA LATERALIDAD, Ed: Oniusco & Encina
Llegué justo a tiempo para evitar que a ella le pasara algo. Y ahí mismo entendí que ella fue el cebo: el chino invisible me quería a mí. Peleamos por un rato y si bien yo no lo veía, sentía mis golpes cuando los podía conectar. El chino me golpeó muy fuerte, en el estómago, en la cabeza, me pateó e incluso me mordió los brazos con sus dientes afilados.
Saqué mi puñal y lancé unas estocadas que él esquivó con la habilidad de miles de generaciones de luchadores fantasma. Pero luego de un rato cometió un error en un giro y logré clavarle el filo en el esternón. Siguió peleando por un rato pero al parecer la puñalada había sido mortal y comenzó a brotar sangre de la nada misma, su invisibilidad al parecer se circunscribía a la epidermis pero no a los órganos y los fluidos del cuerpo. Y así veía la sangre caer como una cascada, rojo contra la infinita noche.
Dejó de luchar y cayó. Me sentí apenado y enojado al mismo tiempo, había matado a un hombre y ni siquiera podía verlo. Pensé en ir a la policía a denunciar el hecho pero el buen tino me contuvo ¿Qué les iba a explicar? ¿Qué había matado a un chino invisible?
SANTIAGO LOZA-PRATT, 2003, LOS TORMENTOS DE LA LATERALIDAD, Ed: Oniusco & Encina