Cientos de años antes de la anexión del reino de Qualtum al Imperio Orriano, este territorio fue gobernado por los Nadires y los faunos. La relación entre ambos siempre fue conflictiva debido en gran parte a que los Nadires carecían de pelaje lo que a los ojos de los faunos era una señal de salvajismo.
Durante la coronación de Timoteo II, un suceso extraordinario sucedió. La barcaza de mimbre del general Amuecio El Fauno comenzó a flotar por los aires como una bocanada de humo, sin dirección ni propósito aparente. Faunos y Nadires miraban al cielo embelesados por la imagen. Al comienzo se asustaron y algunos incluso se escondieron en sus cavernas, pero luego de un rato y al ver que no corrían peligro salieron también a contemplar semejante maravilla. El rey Timoteo II que acababa de asumir el trono llamó a sus edecanes y les pidió una explicación cierta a semejante evento. Este selecto grupo de personas solía ser sumamente cuidadosos en sus juicios ya que era sabido que aquel que equivocaba una deducción o pronóstico tenía como futuro solo la tortura, y de la más cruel. Solo para recordar a aquellos que no estén bien familiarizados con estas historias, los Nadires eran, a pesar de su natural torpeza, inmortales. Por ello, hablar de tortura implicaba dolores incomprensibles para nosotros. El Mayor Ehnezzi fue encontrado culpable luego de decapitar a una cría de gansos y su castigo consistió en ser arrojado a un pozo con plumas suaves de ganso. Esto no tendría mayor relevancia si no fuera por el desafortunado hecho de que el buen Mayor era alérgico en grado sumo. Sus padecimientos fueron incontables y la lección rápidamente cruzó las fronteras. El pueblo supo que con este rey no se podían tomar licencias. Otra anécdota recordada hasta el presente es la de la princesa Lulla Manioba, que siendo en extremo bella se paseaba por la almenas de la gran muralla solo para incomodar a los presentes. Ante la noticia, el rey Timoteo II casi se derrite de la vergüenza y mandó a Lulla Manioba a bañarse a un estanque repleto de peces ojo. La mantuvo allí por unos siete meses mientras miles de peces parecían observarla día y noche.
Como sea, la barcaza del General Amuencio seguía flotando y nadie podía dar una explicación. Los edecanes entonces tramaron una estratagema para mentirle al rey y salvar sus pellejos: culparon a los faunos de crear ilusiones con polvos mágicos. Ante el dictamen el Timoteo II enfureció y mandó a armarse a todos los Nadires mayores de edad.
Los faunos que no comprendían que era lo que pasaba decidieron hacer lo propio. Ambos bandos se enfrentaron en el campo de batalla con el resultado de miles de muertos.
Luego de esta triste jornada cada bando recogió los cadáveres y los quemaron en una gran fogata.
Al término de los lamentos y cánticos y una vez despejado el humo notaron que la barcaza seguía allí en lo alto flotando.
Mucho más arriba, en lo alto del cielo, pasando los campos eléctricos del planeta, una nave interestelar, redonda como un plato seguía sosteniendo la barcaza con su campo gravitatorio.
JUAN MINTAL, 1965, (CRÓNICAS DE LA ANTIGUA TIERRA, Ed. Saku)
Durante la coronación de Timoteo II, un suceso extraordinario sucedió. La barcaza de mimbre del general Amuecio El Fauno comenzó a flotar por los aires como una bocanada de humo, sin dirección ni propósito aparente. Faunos y Nadires miraban al cielo embelesados por la imagen. Al comienzo se asustaron y algunos incluso se escondieron en sus cavernas, pero luego de un rato y al ver que no corrían peligro salieron también a contemplar semejante maravilla. El rey Timoteo II que acababa de asumir el trono llamó a sus edecanes y les pidió una explicación cierta a semejante evento. Este selecto grupo de personas solía ser sumamente cuidadosos en sus juicios ya que era sabido que aquel que equivocaba una deducción o pronóstico tenía como futuro solo la tortura, y de la más cruel. Solo para recordar a aquellos que no estén bien familiarizados con estas historias, los Nadires eran, a pesar de su natural torpeza, inmortales. Por ello, hablar de tortura implicaba dolores incomprensibles para nosotros. El Mayor Ehnezzi fue encontrado culpable luego de decapitar a una cría de gansos y su castigo consistió en ser arrojado a un pozo con plumas suaves de ganso. Esto no tendría mayor relevancia si no fuera por el desafortunado hecho de que el buen Mayor era alérgico en grado sumo. Sus padecimientos fueron incontables y la lección rápidamente cruzó las fronteras. El pueblo supo que con este rey no se podían tomar licencias. Otra anécdota recordada hasta el presente es la de la princesa Lulla Manioba, que siendo en extremo bella se paseaba por la almenas de la gran muralla solo para incomodar a los presentes. Ante la noticia, el rey Timoteo II casi se derrite de la vergüenza y mandó a Lulla Manioba a bañarse a un estanque repleto de peces ojo. La mantuvo allí por unos siete meses mientras miles de peces parecían observarla día y noche.
Como sea, la barcaza del General Amuencio seguía flotando y nadie podía dar una explicación. Los edecanes entonces tramaron una estratagema para mentirle al rey y salvar sus pellejos: culparon a los faunos de crear ilusiones con polvos mágicos. Ante el dictamen el Timoteo II enfureció y mandó a armarse a todos los Nadires mayores de edad.
Los faunos que no comprendían que era lo que pasaba decidieron hacer lo propio. Ambos bandos se enfrentaron en el campo de batalla con el resultado de miles de muertos.
Luego de esta triste jornada cada bando recogió los cadáveres y los quemaron en una gran fogata.
Al término de los lamentos y cánticos y una vez despejado el humo notaron que la barcaza seguía allí en lo alto flotando.
Mucho más arriba, en lo alto del cielo, pasando los campos eléctricos del planeta, una nave interestelar, redonda como un plato seguía sosteniendo la barcaza con su campo gravitatorio.
JUAN MINTAL, 1965, (CRÓNICAS DE LA ANTIGUA TIERRA, Ed. Saku)