El insensato corrió como endemoniado por las escalinatas hacia la entrada del templo.
Allí, agitado y revuelto en su pequeño mundo interior, confundido y sin luces, se arrojó al vacío, cayendo dos mil metros sobre las rocas.
Luego de ese acto de aparente locura, los monjes festejaron y comieron masas dulces. Tomaron vino del bueno y bailaron hasta el anochecer tocando sus cítaras y sus platillos de bronce.
A la mañana siguiente una dama tocó la puerta.
Su vestido era púrpura y oro, sus cabellos negros como el vacío, sus ojos blancos como nubes de verano.
Viendo sin ver, habló con el monje portero y le dijo
-Debemos irnos, nuestro tiempo ha llegado.
El monje portero la miró, hizo una reverencia y se desvaneció en el aire.
Y el monje, en su ausencia física, estaba sin embargo soñando. Y el sueño fue el siguiente:
"Un niño de unos cuatro años de edad caminaba sobre una fuente de lata repleta de sandías. Del cielo bajaron a inmensa velocidad cien aves con cráneo de metal. Volaban hipnotizadas hacia el niño y parecían querer atacarlo. El niño sonrió al cielo coronado de cuchillos vivientes y todas las aves se detuvieron, en el aire. Un congelamiento del éter. El niño comió un trozo de queso. Por el portal ingresaron mil caballos enfurecidos con sus colas y crines llameantes de fuego arrasador. El niño los miró y ellos se detuvieron. Relincharon y se fueron."
La dama de vestido púrpura se volvió a aparecer y una vez más tocó a la puerta. Esta vez y antes de que el monje portero le contestara le dijo
-Recuerda que eres parte de un sueño mío.
Y como siempre el monje portero devenido en soñador soñado volvió a abrir.
La dama ingresó una vez más y como la vez anterior, el monje portero desapareció.
RAVIJ KARANTHANDAR, 1310 "RELATOS DE VEDANANDA-MIRJNA" (Ed. Fondo de Cultura Indo)