Lo siniestro de aquella situación era su diluido aspecto inocente, brillante y bello.
La cordura estaba tan ausente como relegada había sido la precisión y descuidado el buen tino. Absurdo y seductor, el fenómeno de la cristalización de la carne había arrastrado a todos a un mar de elucubraciones de dudoso rigor.
Una disposición antojadiza de argumentaciones sin la más mínima coherencia estilística ni verosimilitud histórica, científica o filosófica.
La quintaesencia de lo macabro.
El hecho había sido tan simple que aún en las mentes más equilibradas se había producido una escisión entre lo que los sentidos percibían y lo que sus conciencias podían interpretar. Y justamente así era la peor manera ya que el sinsentido se esparcía como carbón caliente entre las gentes de ciencia y eso asustaba aún más a los simples.
El suceso se presentó de manera aleatoria y arbitraria, sin discernir entre géneros, edades o clases sociales. Ni siquiera aquellos atletas entrenados y sanos habían podido escapar a esa oleada de mutaciones.
De pronto, de la nada misma, la carne y la piel comenzaba a tomar una forma brillante y lisa, facetada y quebradiza.
La forma naturalmente curvada de los miembros se iba tornasolando y reflejaba todos lo colores como un cristal y cada persona parecía estar compuesta por millones de brillos y los colores del espectro se reflejaban y rebotaban todo alrededor.
Al comienzo las gentes se reían y festejaban como si se tratara de alguna clase de gracia divina o un juego carnavalesco y sin consecuencias.
Con el pasar del tiempo la cristalización avanzó hacia los órganos y las personas, poco a poco se iban convirtiendo en estatuas de cristal.
Un inmenso mundo de muertos radiantes como una tienda planetaria de joyas. Todo era luz. Reflejos maravillosos de rosas y amarillos y turquesas y verdes encandilaban la vista y convirtieron al planeta Tierra en un sol por un minuto.
Pero la maravilla cesó. Las personas comenzaron a quebrarse y al caer, las piezas vítreas se esparcían como granos de arena gruesa.
Había llegado la muerte mineral.

LORENA ARISIS, 2012 "CUENTOS MINERALES" (Ed. Loffreda Vaccaro)

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