La llamaban la casa de los posesos. Aunque en realidad solo era un ala dentro del convento de San LeGuine de Frers a cargo de las hermanas de la caridad.
Luego de ochocientos años de convocar a las pobres almas infectadas por el aliento del malísimo, el nombre parecía adecuado y así lo continúan llamando hasta el día de hoy.
Se llegaba allí únicamente por encargo directo del exorcista mayor, el padre Rafael Burotto.
Para ello los candidatos debían pasar algunos test particularmente intrincados.
Cuando una familia traía a alguien al que creían poseído por algún ente maligno debían dejar un depósito en dinero o bienes o en caso de ser pobres debían firmar una cesión de derechos.
Las pruebas consistían en una serie de acciones consistentes en tres pasos.
Una de las cuestiones centrales era saber si de verdad el individuo se hallaba en manos del demonio o de alguien de su legión o si simplemente era un neurótico, un ego maníaco o un bobo.
Para ello se le mostraban una serie de elementos que se suponía que producirían un acceso de cólera por ósmosis vibratorio en la persona.
El más usado el era el llamado trededentis maliciosum, un palo largo de madera de fresno con una talla de un oso macho, una corvina y un puerro verde. Su punta en forma de flor de lis estaba recubierta de metal, una aleación de estaño moldeada al fuego del crisol alquímico de los monjes de Estia.
En la parte inferior del palo, un cuero envolvía el mango y se ataba con tiento. Tenía unas incrustaciones de gemas: ópalo, ónix dorado y zafiros.
Unas marcas pintadas con sangre mostraban símbolos extraños, cruces y muchos ojos. Pesaba unos doce kilogramos ya que había sido ahuecado y rellenado con plomo. Según se decía, eso facilitaba la conducción de las energías de la mente del exorcista hacia el cuerpo de la víctima.
Si el paciente no quería tocar el palo, efectivamente estaba poseído.
La segunda prueba era la del gusto. Se le daba pimienta en cantidades considerables. Granos de todo tipo de la especie mezclados: verde, roja, de cayena, libitum serpis, pimienta Cornelia, pimienta Retrógrada y pimientas aromáticas del Este.
El tercer paso era el definitivo y ponía de relieve si la persona estaba tratando de engañarlos. Era tan simple como que el mentado tercer paso sencillamente no existía. El interés por pasar a otro nivel solo sería un indicio y prueba de que el individuo mentía, simulaba o padecía alguna enfermedad mental. Ningún poseído estaría jamás interesado en lo más mínimo en hacer las pruebas.
SANTIAGO DE TOLOSA, 1987 "FRAGMENTOS DE RELATOS PROHIBIDOS" (Ed. Lorex)
Luego de ochocientos años de convocar a las pobres almas infectadas por el aliento del malísimo, el nombre parecía adecuado y así lo continúan llamando hasta el día de hoy.
Se llegaba allí únicamente por encargo directo del exorcista mayor, el padre Rafael Burotto.
Para ello los candidatos debían pasar algunos test particularmente intrincados.
Cuando una familia traía a alguien al que creían poseído por algún ente maligno debían dejar un depósito en dinero o bienes o en caso de ser pobres debían firmar una cesión de derechos.
Las pruebas consistían en una serie de acciones consistentes en tres pasos.
Una de las cuestiones centrales era saber si de verdad el individuo se hallaba en manos del demonio o de alguien de su legión o si simplemente era un neurótico, un ego maníaco o un bobo.
Para ello se le mostraban una serie de elementos que se suponía que producirían un acceso de cólera por ósmosis vibratorio en la persona.
El más usado el era el llamado trededentis maliciosum, un palo largo de madera de fresno con una talla de un oso macho, una corvina y un puerro verde. Su punta en forma de flor de lis estaba recubierta de metal, una aleación de estaño moldeada al fuego del crisol alquímico de los monjes de Estia.
En la parte inferior del palo, un cuero envolvía el mango y se ataba con tiento. Tenía unas incrustaciones de gemas: ópalo, ónix dorado y zafiros.
Unas marcas pintadas con sangre mostraban símbolos extraños, cruces y muchos ojos. Pesaba unos doce kilogramos ya que había sido ahuecado y rellenado con plomo. Según se decía, eso facilitaba la conducción de las energías de la mente del exorcista hacia el cuerpo de la víctima.
Si el paciente no quería tocar el palo, efectivamente estaba poseído.
La segunda prueba era la del gusto. Se le daba pimienta en cantidades considerables. Granos de todo tipo de la especie mezclados: verde, roja, de cayena, libitum serpis, pimienta Cornelia, pimienta Retrógrada y pimientas aromáticas del Este.
El tercer paso era el definitivo y ponía de relieve si la persona estaba tratando de engañarlos. Era tan simple como que el mentado tercer paso sencillamente no existía. El interés por pasar a otro nivel solo sería un indicio y prueba de que el individuo mentía, simulaba o padecía alguna enfermedad mental. Ningún poseído estaría jamás interesado en lo más mínimo en hacer las pruebas.
SANTIAGO DE TOLOSA, 1987 "FRAGMENTOS DE RELATOS PROHIBIDOS" (Ed. Lorex)