El bombeo
constante y pulsante de cada segundo se nos hace corto o largo según la
serenidad de nuestro ánimo que tiñe del color del recuerdo cada espacio y todo
el tiempo con el solo propósito de consternarnos y dejarnos pasmados ante la
irremediable discontinuidad de la existencia en la materia de
protoplasma.
MERRIDAN
LOCKE, 1948 “DISTURBIOS EN LA CAPITAL” (Ed. Serra & Heiss)