Todos
vivimos en una torre que nos enseña sus pasadizos, nos protege de la maldad y
nos mantiene en una dulce y sabrosa ignorancia de tal modo que el que ose salir
será castigado con un sabor a hiel en los labios de tal intensidad que mirará
con infinita nostalgia sus días de encierro y como doble castigo por su
arrebato humano, jamás volverá a sentir su sabor y deberá seguir adelante
buscando un recuerdo pasado en un improbable futuro.
LIVIO TITO
BENANNZULI, 1893 “REMEDIOS PARA LA SOLEDAD” (Ed. Turín)