Luego de haber escuchado los argumentos a favor y en contra de la aceptación del solicitante, adherente Bautista Pedro Oliva de ser considerado para un nuevo escalafón dentro de la Orden, la comisión eterna, reunida en congreso continuo y analizando los últimos hechos, decide dar por denegada la solicitud en virtud de que los antecedentes presentados no parecen justificar dicha elevación de nivel. Creemos que si bien el adherente Oliva ha logrado comprender y aplicar los resultados prácticos del arte de los Escindidos, aún carece de los valores mínimos morales para ser tenido en cuenta como una adherente mayor. Su incipiente rebeldía, sus escasos compromisos con el prójimo y su narcisismo desbocado lo llevan a errar en última instancia en el sentido profundo del motivo último de estas prácticas. El resentimiento expresado en la forma en la que se refiere a los humanos, hacen que sea de dudosa limpieza sus intenciones en los próximos niveles. Llegar a ser aprendiz de ángel -aún en los grados menores- requiere de cierta imparcialidad que el adherente no ha logrado. Por el contrario, sus estatura moral parece haber decrecido. Recomendamos trabajos forzados, desprendimiento de los cargos actuales y puesta a servicio como investigador de grado raso a la orden de quien quiera aceptarlo. 
Firmamos y sellamos con nuestra sangre Los Cinco Devotos

A continuación se pone a pública referencia un extracto del diario personal de Bautista Pedro Oliva: 

"Comencé a vomitar, los ojos me dolían como si me los apretaran con tenazas y estaban hinchándose como si fuera a convertirme en el hombre – sapo; las orejas estaban rojas y calientes, los dientes me rechinaban como cascarudos hambrientos y mi respiración era un jadeo entrecortado como una máquina de inflar globos.  
El vómito era verde oscuro –raro color para un vómito- pensé y me agarraba el vientre mientras expelía gases irrespirables agachado frente a la ventana del segundo piso, arrojando los restos de varias comidas por sobre los peatones desprevenidos.  
Uno de ellos tomó una piedra y me la arrojó con gran puntería dándome en la frente lo cual solo contribuyó a que al verde vómito se le agregara sangre espesa. 
Mis manos -entre violetas y blanco transparente- se sujetaban a la baranda con la poca fuerza que me quedaba y finalmente caí por la ventana para estrellarme en el cantero de flores que adornaban el frente del edificio.  
¿Cómo puedo relatar esto con lucidez?  
Estaba fuera de mi cuerpo, sentado en una silla de mimbre mirando la escena, divertido e intrigado.  
Me levanté hacia la ventana vacía para verme caído en el cemento sangrando y violeta como un atardecer.  
Me di vuelta para observar mi alrededor y vi con claridad la presencia de varias personas que habían entrado al departamento, con el propósito de ayudarme.  
Ellos no me veían claro, para eso había practicado.  Y no fue fácil.  
Durante años intenté sin éxito abandonar mi cuerpo para deambular por ahí.  
Al cabo de algunos años de ejercicios y prácticas disciplinadas logré finalmente partirme en dos.  
Esto no se trataba de alguna clase de práctica espuria sino que era el natural desarrollo de una serie de acontecimientos que ocurrieron años atrás y que me llevaron a buscar un camino diferente para navegar en el mundo invisible.  
El caso es que los vecinos que vieron el horrible espectáculo de mi cuerpo en la calle gritaban como tarados, exagerando los gestos y hasta había algunos con lágrimas ¡como si realmente les hubiese importado! sin que nadie se atreviera siquiera a tocarme. 
-Que interesante- pensé, -los idiotas quieren ayudar chirriando como monos imbéciles- , y me dirigí por la puerta al pasillo para disfrutar de esta “mise en scene” que había montado solo para divertirme.  
En el camino vi a una señorita, una vecina muy bonita a la que solía espiar por el visillo de la puerta y sin desparpajo pasé mi mano transparente por su espalda hasta las piernas.  Ella ni me sintió, por supuesto. –Que puerco – me dije y me reí tanto que casi me desmayo.   
Las prácticas de la división entre mi mismo y mi cuerpo resultaron al final divertidas. Al comienzo no entendía el por que los toltecas se habían dedicado tanto tiempo a estas cosas, pero ahora si: la libertad, poder tocarle el culo a cada persona que se me ocurriese... ¿Qué mas se puede pedir? ¿Si eso no es ser libre, que es?.  El pasillo se llenó cada vez con mas personas que salían de sus hogares, señoras en bata, niños curiosos, comedidos dispuestos a demostrar lo buenas personas que eran y hasta alguna viejita de esas que no salen nunca.  
Todos estaban allí.  Era la fiesta de la vecindad, casi como un cumpleaños con invitados colados pero lo suficientemente atractivos para dejarlos quedarse a la gran reunión del aparente suicidio del escultor, amante de la buena música y del pan de avena, nacido en Corazza hace ya mas de cinco décadas, mediocre amante y mal pagador y que el cura de la parroquia de los Santos Vírgenes bautizó con agua bendita con el nombre que habían elegido sus padres: Bautista Pedro Oliva.  La opinión que tenían de mi los vecinos era mas bien pobre, y aunque no estoy de acuerdo, entiendo un poco sus pequeñas preocupaciones burguesas: comer a las ocho, mandar a sus hijos a algún colegio que comience con San o santa y tener una parrilla bien amplia en la que cocinar a sus animales muertos.  
Ah, no lo comenté, soy vegetariano, no lo era antes, claro, pero alivianar el trabajo del aparato digestivo era condición ineludible para el partimiento final.  
Al comienzo fue difícil, pero al ir incorporando mas fibras, y mis excrementos eran mas parejos, como moldeados me di cuenta que la carne se pudría efectivamente en el estómago produciendo esos gases tan desagradables que suelen tener los carnívoros militantes. 
La gente seguía allí, preguntándose una a otra que había ocurrido con el buen escultor, ¡El buen escultor! ¿Porqué no me compraron una cabeza o algún ornamento para sus lindos livings si tan buen escultor era? 
Me fui de allí a buscar a alguien con quien conversar del tema y me fui a verlo a mi gran amigo y compañero de experiencias divisorias, Eddy para contarle la buena nueva. Él ya era un experto en el arte de escindirse y seguramente aplaudiría mi logro. El mundo es un lugar tenebroso para los que no podemos vivir del helado y la champaña de las noticias ni del sudor de la fe o el embelesamiento con las criaturas. Así es que nos escindimos. Supongo que por eso, hace ya seis vidas, me uní a lo Orden de los Convalecientes." 

GIULIO LOTTI, 1973 “LA ORDEN DE LOS CONVALECIENTES” (fragmento del capítulo "Relato de Bautista y el veredicto de los Cinco") (Ed. Xinto)

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