Las simetrías entre lo dispar y el sinsentido se arremolinaba en su cabeza como si se tratara de alcohol y tabaco. El centro de la cuestión no era tanto su significado sino la presunción de haber interpretado bien los signos, o por el contrario que el error haya sido la brújula una vez más. Probablemente nunca lo sabría. Su inferencia era que era acaso posible contemplar la disyuntiva de un modo lateral pero la realidad era que simplemente le seguía escapando a la cuestión de fondo. Un universo de dudas más vinculadas a la incapacidad de la certeza que al misterio involucrado se apareaban en su mente formando miles de seres ansiosos por devorarlo. Ni su suspicacia ni la paranoica visión de su entorno lo cegaban del todo y allí estaba el problema. Su mirada retro alimentada por la conjunción de las unidades de tiempo confluían en un presente dudoso y amargo pero no exento de interés. Como siempre, se fugó al ignoto espacio inaprensible en el que aún creía tener alguna clase de poder. Se sujetaba a sí mismo con la convicción de los locos, el fanatismo de los creyentes y el desinterés de los niños. Sabía que a pesar de sus acciones dudosamente encomiables se estaba exponiendo a una luz demasiado intensa para sus ojos claros. En cierto modo la situación era una paradoja sin resolver, una enigma de proporciones cuánticas y de planteamiento confuso. Aún en medio de aquel entramado casi selvático de corrientes encontradas y aromas diversos, la ambigüedad parecía ganar espacio y querer montarse sobre los elementos en juego. Algo así como una domesticación forzosa en la que los fuegos salvajes se revolvieran como en un gran caldo. Y así estaba, con brillantes cosquilleos en el alma y el cuerpo de los pies a la cabeza, el corazón agitado y la respiración entrecortada; los pies humedecidos por la incómoda sensación de estar y no estar, de pertenecer y la ausencia. En un micro segundo sintió un millar de mundos moverse en su interior, raspando la superficie, arañando por salir. Tomó aire, se llamó a la calma; pensó en el entorno y en su propio rostro irradiando un dulce tormento. Giró sobre sus talones y buscó la forma de esconderse pero no pudo. Quedó al descubierto como un ladrón. Se dijo a sí mismo que debía pensar rápido, actuar rápido y deshacer el panorama de inseguridad a su alrededor. Sonrió, templó en tono de su voz y trató de recitar su manual del sobreviviente con todo el encanto que la naturaleza le había brindado. No le llevó mas de tres segundos notar que era un intento fútil. De nada serviría aquella puesta en escena mientras sus nervios y otras emociones de las que renegaba se complotaban para derribar un muro demasiado estrecho. Quiso gritar. Solo logró berrear y argumentar de la peor forma, logrando apenas salvar su estandarte herido y solo por la compasión de la dama.
Se retiró abrumado. Un aire de frescura potente se le instaló en el pecho y ya no fue el mismo.

HAGMAR DRAKIS, 2012 "LO REAL SIN ESCALAS" (Ed. Steinwasser)

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