Chernobyl, Nagasaki, el vientre de la
ballena, efectos secundarios, litigios sin resolver, vacas muertas, tornillos
de lana, lamento de hortiga, cabezales sin freír, muestreo innoble, el cadalso
sin rostro, mojones circunspectos, bailarinas de crepé, carreteras en llamas y
payasitos verdes. Disgustos en fila, tornados de amor, síntesis endiablada y
cornetas magistrales. Un trotamundos ciego y la calcificación aromática. Se
desprenden pétalos de hierro, caminan ángeles caídos en la humedad, hay
ladrones, porcinos, ancestrales muestras de bondad, sicarios, intencionales
atisbos de huída en medio de la otra mitad. En un lugar se ha perdido un
sabueso. La abuela de todos lo sabe. Búfalos de cartulina embravecidos
deambulan son paz. Rocas fúnebres experimentan tristeza. Solo en el sur se ven
estas cosas. Arteros arqueros armados vacían sus cartuchos sobre la miel. Todo lo hemos
perdido. Sin gusto en la boca adoramos dioses falsos para despistar. Cada banco
de arena viene recargado y las luciérnagas se han dejado morir, echadas como
ballenas. Descuidemos algo y seremos nada. Sopa, lirios, perfume y el
desesperante azahar. Acéfalos y descomedidos en medio de la ruta. La muy plebeya se
organiza en cada rincón de la tierra. Eventualmente nos matarán a todos.
Trapecistas negros se columpian sin piedad. Hay fuego en la entrada y mariscos
temerosos, carnadas de hule turquesa, zafarranchos indeseados y mucho olor a
cardumen. Por algún motivo se ha puesto en evidencia. Las conejas se
comprometen por fin y ya no tendremos lapislázuli, una pena. Doce. Ojos en los
pisos de las catedrales, algo funesto resulta y sin embargo seduce. Catalejos
blandos como espárragos en medio de la tempestad. Lloriquean
como monos. Ya me harté de exhibirme. Hay un soñador agazapado. Celofán. Mandioca.
Novedades del más acá. ¿Siempre se ha hecho lo mismo?, una infusión de
chocolate en medio de una orgía no corresponde como es un error difundir las imágenes
de la virgen en llamas. Son músicos ellos y lo saben, abusan. Noches tan cortas
que parecen pesticidas y todo el placer de un asesino. Catapultados a la vida
por una infracción se establece el lazo con lo olvidable. Aluminio despegado en
gajos. Muchas gracias.
TORWALD ZIGMUND EPSTEIN, 2014 “Me atreveré
a disparar cuando amanezca”, (Ed. Johnson & Elison)