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Mostrando entradas de octubre, 2011
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Sobre el enorme pórtico una gran terraza, Cuatro gigantes con túnica negra apostados sobre las esquinas. Cada uno llevaba una inmensa lanza de bronce con penachos azul y verdes. Los pies calzados con botas de cuero y punta de metal. Debajo, en las calles, la gente caminaba sin dar cuenta de aquella soberbias criaturas. Tampoco parecía sorprenderles el vuelo rasante de las águilas sobre las calles. Las puertas de roble se abrieron de par en par para dejar paso al hombre del pañuelo rojo. Sus cabellos eran tan largos que le llegaban hasta la cintura. Con los brazos en alto miró al cielo violáceo y desde lejanas nubes atrajo cientos de rayos. Puro magma caliente y ondeante alrededor de sus manos. Sus ojos se volvieron océanos de plasma ardiente. Cuando el evento terminó apenas unos instantes más tarde me siguió pareciendo por lo menos notorio el hecho de que las personas alrededor no reaccionaban ante semejante fenómeno. Hasta que comprendí: aquellas personas estaban muertas. Eran los qu...
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De pronto nos vimos envueltos en una extraña neblina de color ámbar. A tientas avanzamos hacia la escollera con pánico a resbalarnos y caer los doscientos metros que nos separaban del embravecido mar. Carlo, Asenzio y Mara se adelantaron y en apenas cuestión de segundos dejamos de oírlos. Grité con toda mi fuerza y apenas un eco lejano y sordo me devolvía la certeza de nuestra soledad. Ingrid y yo nos tomamos de la mano y dimos algunos pasos. La niebla se disipó tan rápido como vino. Delante nuestro no había más que piedras y vacío, y no estaban nuestros amigos. Supimos entonces que o bien habían caído para estrellarse y ser absorbidos por las olas o bien la niebla los había tragado y llevado al Sector del Tormento. Sabíamos del Sector desde que nos fueron leídas las runas por la bruja occidental; allí nos advirtieron acerca de un portal sin retorno. Nosotros ¡ingenuos! nos hicimos caso y seguimos jugando a los aventureros. Ahora quedamos solo dos y estamos perdidos. LIZZIE MORTON, 1...
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He viajado hasta casi olvidar mi origen, mi hogar, mi marca de nacimiento y mis memorias. Cabalgué a lomo de caballos y elefantes. Conversé con hombres, santos y hienas. Si miro para atrás solo veo nubes negras y desdibujadas sonrisas de seres que ya no conozco. Mi camino no tiene un destino marcado más que por el afán de transitar los intersticios de la inmensidad. No tengo más opción que barrenar por las orillas del mundo, ya no puedo calzar en su estructura. Un día me levanté muy temprano a la mañana, el sol aún no había salido, empaqué un pequeño bolso y me marché. Mi pequeña gata Luna me miró y comprendió lo que a un humano le hubiese llevado una vida. Maulló suavemente y saltó rumbo a algún tejado, luego desapareció en la bruma de la mañana. El sol me encontró caminando por un camino extraño, acaso prohibido. Ese fue el comienzo de una incursión en el mundo de las paradojas y la cohesión. Ya tuve un gran susto y también logré flotar con mi mente en el magma salino del éter de las...
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Maravillas son aquellas que nos hacen recordar el instante por mucho tiempo. Cada ingrediente de la gran espiral de la existencia gira sin cesar envuelto en el viento de la eternidad. Con cada pulso de luz se expanden por las galaxias millones de posibilidades. Esas fueron las frases grabadas en piedra delante de la pirámide ancestral de Tarsa. Ingresamos con algo de temor por la puerta norte en medio de una tormenta de luces y arena. Caminamos por horas en la oscuridad total tocando a ciegas las paredes para no caernos. Incluso hoy día no puedo decir cuanto duró aquella caminata eterna entre entre las frías piedras. No hablamos. Era prohibido. Cualquier palabra pronunciada en aquel lugar sagrado podía ser el fin de nuestra excursión y de nuestra vida. Todo era negro, todo silencio, todo incierto. CARLO BATTAGLIA, 1899, "LAS MARCAS DE TARSA", Ed: Casado & Berthes
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Los cazadores de la antigüedad y aún algunos pocos en la actualidad han tenido una relación intensa con la naturaleza y sus ciclos vitales al punto de convertir la muerte de otro ser un acto ritualizado y a veces sagrado; mientras que los cazadores modernos, aquellos que lo hacen por diversión son como almas perdidas atascadas en la anécdota de la rueda de la supervivencia MILENA MARIOTTO-LINARES, 1968 "ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS, CUADERNO I", Ed. Pasadena
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Los hanukis creían en lo que llamaban la "respiración tridimensional", una audaz y original forma de incorporar oxígeno por distintas partes del cuerpo. El pueblo provenía de una elite guerrera y no tenía miedo a los sacrificios y penurias estaba por lo tanto preparado para hacer lo necesario con tal de adquirir algún nuevo poder. Los sacerdotes concibieron la manera de duplicar la cantidad de aire en un mismo cuerpo. Cuando bebés a los hanukis les cortaban la nariz desde la base, dejando los huecos que quedaban hasta que cicatrizara. Luego, en un ritual complejo en el que no escaseaban los ungüentos y los salmos, lograban algo así como la momificación de las narices. Cubrían la pequeña nariz con lino y la perfumaban con cilantro. Así la nariz se conservaría por mucho tiempo. Una vez crecidos los niños y niñas pasaban por otros ritos de iniciación durante la pubertad. Dentro de una gran caverna que olía a incienso y láudano, los sacerdotes-cirujanos practicaban dos pequeñ...
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Cuentan que en el antiguo reino de Malen-Tacuá cuando alguien quería algo de alguien, jamás lo hacía de forma directa, cosa que era vista como algo de mal gusto y escasa educación. Incluso era señal de alcurnia el hacer cualquier pedido, proposición o sugerencia por medio de hasta ocho personas diferentes. La transmisión exacta del mensaje inicial se cuidaba hasta la perfección y era parte de la educación desde temprana edad. Así, la comunicación se hacía de manera elíptica, circular o incluso espiralada pero nunca directa. Así fue durante siglos y era una costumbre tan arraigada que incluso para comprar el pan un hombre debía pedir o insinuar a otra persona que le hiciera el pedido al panadero. Las cosas eran aún más complejas en los asuntos relacionados al amor, los negocios o la guerra. Así, para el amor no podía haber menos de cuatro intermediarios entre los amantes. Para los negocios seis intermediarios estaba bien y para la guerra eran ocho personas transmitiendo mensajes. ...
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Aquellas noches tristes en que el amor parece haberse ausentado y la respiración se torna pesada, la mirada salada y el pensamiento difuso, recuerdo los instantes infinitos con tu mirada comprensiva irradiando esa extraña armonía mercurial. Y entonces se me hace mentira que soy mortal y humano y hasta creo que el tiempo nos da una pequeña tregua, casi como un guiño al momento en que se eterniza la conexión entre nosotros. Soy áspero como una roca mal pulida y sordo y también ciego y sin embargo no puedo dejar de percibir tu inmenso calor emergiendo desde la fuente misma de la vida. El candor y la sabia comprensión de la simple y perfecta equidistancia entre dos polos. El ártico y la palmera, el sándalo y la sal, todo aquello que se vuelve tan claro como el recuerdo más preciado. Y allí entre la nada se disputan mis demonios los ropajes hechos jirones de las tantas y tan temidas lágrimas salvajes; para saber de una vez por todas si me salvo o me condenan, si me elevo o desciendo si...