La conexión era irreal. El estado de arrobamiento inicial se transformó rápido en ilusión y veladura. No existía ninguna relación pero él pretendía lo contrario. Quería ver en el vínculo un lazo inmortal, un seguro contra los tiempos y por encima de la muerte. La carencia era su alimento y por lo tanto sus proyecciones se alimentaban de fantasía. No podía ver ni escuchar a nadie pues vivía encerrado en un sitio de su mente al que había convertido en su búnker contra el dolor. Sin embargo y contra toda su voluntad, no podía impedir los pensamientos foráneos que con insistencia asaltaba su mente. La mitad de ellos provenían de la culpa por no ser quien la otra mitad afirmaba que podía ser. Esta ecuación, en extremo explosiva lo ponía en la situación de considerar oportuno lo inesperado y fastidioso lo previsible con lo que remontaba sus posibilidades de sacar ventaja una proporción igual a cero. Su ojo izquierdo titilaba con fuerza, los nervios lo acechaban en una continua invasi...
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Mostrando entradas de diciembre, 2015
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Tengo una cuestión con las palmeras. Es algo visceral, tal vez producto de mis antepasados provenientes de tierras más duras, con inviernos nevados y sin esa particular y sinuosa gracia que irradian esos árboles. Es necesario que aclare que no las odio, de ningún modo, más bien debo decir, y esto es una confesión, que les temo. Donde hay palmeras hay calor, cotorras, cucarachas, y lo peor y más horroroso, hay gente que baila. Oigo mientras escribo el estruendo de tambores en mi mente y pienso en tirarme bajo la cama a esperar que se acabe ese batir incesante y rítmico, el sudor y las miradas arrobadas por el flujo del pulso. En mi barrio hay varias palmeras, siempre pensé que eran importadas, como algo que no pertenece del todo a esta región, a este lugar en particular. ¿Quién sabe? A lo mejor es el comienzo de una invasión, los vástagos de una raza con raíces dispuesta a esperar el momento por cientos de años hasta el momento final en el que nos asestarán el golpe mortuorio....
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Son tan lindos. Y sí, es un sarcasmo. Creen lo que quieren creer y para ello no reparan en meterse los dedos en la boca. Pero no vomitan, al contrario, sonríen. Porque los boludos son así, jodidamente autosatisfechos. No pueden contestar con un argumento propio, no han leído historia y se enorgullecen de no sentir interés, dicen desinteresarse de la política, como si aquello fuese posible. Al menos nos queda la reflexión como un manto de reconciliación con la humanidad. Ellos, de verdad, no saben lo que hacen. Porque son inteligentes, algunos incluso astutos y hasta bondadosos, sensibles y querendones y eso los hace casi inimputables. Si no fuera por el hecho dramático y definitivo, de que son las máscaras que articula el sistema para dominarnos (y dominarlos), serían incluso un ejemplo. Dicen lo correcto. Cuestionan el mal gusto. Se indignan con los exabruptos y desconocen a los irritados. Poseen una claridad para el análisis tan diáfana que si no fuera que omiten cientos de datos...
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Acerca de la alegría. Emoción esquiva. Omnipresente en el discurso de todos y casi nula en la práctica y en el vivir cotidianos. La alegría es pariente del amor, otra figurita difícil en la colección de la vivencias. La ofuscación, el enojo, la sensación de vivir entrampado, el malestar por los éxitos de algunos y la indignación con los logros de otros, la burla cruel, la crítica, el amordazamiento de las emociones primarias, el miedo, la inmadurez y cada rasgo adictivo nos condenan a una forma de aislamiento, que es la antesala de la tristeza. La soledad implícita en esto no es más que la puntada final del destino antes de la caída, una suerte de paredón de fusilamiento a la espera del pelotón y una orden de “fuego”. Cada claudicación, cada desencuentro y toda malversación de los ideales constituyen una sombra lista para adueñarse de una porción de nuestra conducta y arrojarnos al vacío. Son mares profundos llenos de terrores. La oscuridad, el silencio y la falta de aire simboliz...