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Mostrando entradas de diciembre, 2013
El cielo se abrió como un cortinado de terciopelo.  Cordeles de hilo dorado gruesos como árboles milenarios tirados por las criaturas del aire, tan hermosas y brillantes como diamantes encendidos.  Para sorpresa de la humanidad que miraba hacia arriba fascinada, por detrás se vieron brillar las estrellas con la potencia inconmensurable de la eternidad.  El espacio negro infinito moteado con brillantes perlas de tinte verde jade, estrellas a distancias tan inmensas que no vale la pena nombrarla. Se veía a Nínive y Málnamar, Iúride y Sotdaltar, Épsilon, Juno y Armatista. Todas ellas y muchas más. Luminosas e incomprensibles golosinas de los dioses. Una espiral silenciosa de purísima energía invisible se aproximaba al centro mismo del ojo con la fuerza de mil tornados y la velocidad de todas las luces del mundo. El espejo de agua que era el océano parecía sereno como un manto de seda, apenas atravesado por blancas líneas de espuma que a la distancia parecían fragme...
-El tiempo solo es medible en intensidades- dijo Karl Normann antes de retirarse irritado y molesto de la habitación del hotel en donde se debatía acerca del fenómeno de la continuidad espacio-tiempo en la quinta dimensión en el marco de la conferencia anual de astro física cuántica. Ninguno de los presentes entendía el motivo del portazo de Normann pero supusieron que era su ya conocido mal genio. Luego de unas horas Normann volvió a la sala de conferencias pero algo en él había cambiado. Estaba notablemente desarreglado, la ropa arrugada, los escasos cabellos lacios sin peinar y sus ojeras parecían haberse ennegrecido. Los ojos inyectados en sangre dejaban ver unas finísimas venas quebradizas confluyendo en el iris azul cristalino del científico. La gente reunida hizo un pequeño silencio y se miraban alternadamente entre ellos con asombro y a Normann con una mezcla de asco, desprecio y curiosidad. Una señora un tanto comedida le preguntó si sentía bien y él le escupió en el rost...
Una mañana se miró al espejo y vio que su pecho estaba abierto. Las entrañas y la sangre entre la carne y los huesos, todo estaba en su lugar y funcionando aún con un hueco en medio del corazón. El bombeo incesante la tranquilizó de algún modo y se miró a los ojos mientras su mano derecha tapaba la zona fantasmal como si con ello quisiera evitar un mal mayor. Sentía sin embargo como un desprendimiento, como una corriente de aire tibio que huía hacia algún lugar en forma de tirabuzón y con dirección al cielo. No podía verlo, no era psíquico pero podía oler su propia identidad escabulléndose de la masa de protoplasma que conformaba su cuerpo. Consideró las opciones y la primera era que todo era un sueño y que pronto despertaría pero una voz dentro de ella le decía que eso no era posible puesto que tenía un gran control sobre sus sentidos, salvo claro que no sentía ningún dolor a pesar de estar en carne viva. Otra posibilidad era que sufriera del llamado "mal de las mariposas" ...
Si cuando el tiempo parece ser como un viento que nos traspasa y las cosas del mundo se perciben como avasallantes, si los procesos parecen no cumplirse nunca y todo se dilata en una espera interminable, entonces es que el ciclo de la penitencia aún no se ha cumplido y se vive en reclusión perpetua postergando el encuentro con el propio ánimo a la espera de un signo salvador. Pero mi gato me enseñó otra cosa. Él siempre estaba. Para él solo existía el presente. Jugaba, remoloneaba y estaba atento a cualquier sonido. Comía con ganas y engordaba un poco y a veces mucho. Su pelaje era increíble, parecía de seda y algodón, suave y vivo. Mi gato me enseñó que estar vivo es un encanto, una posibilidad para rastrear el origen de todo. Él era sabio en su incesante juventud y su aspecto de minino adolescente. Era en verdad un sabio. Porque sabía lo que era importante saber, y vivía con la consciencia en paz y por eso dormía de maravillas. Mi gato tenía bigotes, antenas que interpretaban cada ...
Los Alinautas llegaron en abril. Se los esperaba desde hacía tiempo y algunos profetas habían predicho que su arribo sería antes del advenimiento de los huracanes solares. Ingresaron por el portal preparado a tal efecto como una flecha, veloz y certera, descomponiendo el cielo en pedazos. Eran una raza especial de cuerpos brillosos y color púrpura y rosado con reflejos de oro en sus escamas diminutas. Descendientes de los dragones, se humanizaron hasta tomar la típica forma de la estrella de cinco puntas que caracterizaba a los habitantes de las tres dimensiones: dos piernas, dos brazos y una cabeza. Habían mutado a lo largo de milenios y de sus ancestros voladores apenas quedaba el recuerdo en forma de leyendas. Habían logrado por una función pancreática desarrollar una enzima que descomponía los elementos y los convertía en hierro. Así, incluso luego de una larguísima evolución en donde se transformaron por completo, podían escupir fuego por la boca. Sus uñas estaban compuestas ...
Su salida era brutal. Despedía la tarde con un habano entre los labios y sin pestañear daba la orden de ejecutar un rehén. Mordía con fuerza la pasta seca de tabaco mientras inclinaba la cabeza de forma lateral como quien siente pena. Al cabo de unos instantes abría los ojos y levantaba la cabeza con seguridad. Ya sabían sus lacayos que más le valía correr y cumplir el recado so pena de perder ellos mismo una mano, un ojo o la vida. Pero Helena no era ni tonta ni necia, amenazaba más de lo que mataba. No es que le temblara el pulso a la hora de deshacerse de alguien sino que lo evitaba por cuestiones prácticas; era difícil conseguir gente lo suficientemente entenada y experta para hacer el trabajo y lo necesariamente cobardes y timoratos para no mandarse por su cuenta en el negocio de la muerte. Se hacía llamar por su nombre y le encantaba que la comparen con Helena de Troya a pesar de que carecía de su gracia y su linaje. Eso era sin embargo lo que más le atraía: sentir que era part...
Hambre insaciable. Necesidad de devorar y tragar. Morder. Desgarrar y arrancar. Sentir el paso del alimento por el cuerpo. Volver a morder. Era furia y dolor, el intento de convertir todo en la propia mismidad, una fuerza ciega convirtiéndolo todo en sí mismo. La lengua salivaba con la sola intención de crear un ácido que empastara ese elemento externo que muy pronto se convertiría en él mismo. Los dientes no paraban de repiquetear como impulsados por un frío catastrófico impulsando el abrir y cerrar del marfil. Comer, deglutir todo, ingerir, disolver, transformar y hacer carne y tejidos, sangre y huesos, eso era todo lo que contaba y lo único que interesaba. Podía comprender a los tiburones sedientos de sangre oliendo la presa a la distancia, a los caimanes de sangre fría partiendo el cuello y la columna de sus víctimas o a las águilas de picos afilados arrancando los ojos de sus presas. Podía incluso sonreír ante la idea de los caníbales devorando a sus congéneres entre cer...
El sitio era oscuro, la irradiación imprecisa. Los Saurocondes, dueños de la vida y la muerte en ese mundo se encaramaban sobre unas maderas de cerezo para contemplar desde allí sus dominios. Con su mirada afilada y amarilla escrutaban el horizonte buscando víctimas y vasallos, futuros siervos del gran nido. Habían llegado a este planeta por casualidad y no encontraron más remedio que instalarse y prosperar. Era una raza vieja y mutaban de vidas como lo hacían con su piel. Su linaje se remontaba a tiempos antiguos, milenios atrás, tanto tiempo que para los humanos podrían parecer inexistentes. Eran más que viejos, eran el pretérito de la creación. Según sus relatos y leyendas grabadas en piedra volcánica negra con signos tan extraños como sus colmillos blancos, el origen de su especie fue la clonación de un dios llamado Anataún, gran saurio de los confines del cinturón galáctico. En la remota antigüedad investigaron el néctar celular de la vida. Poseían alas y los hombres los ...
Meridiano. Sereno. Mortal. El eje de significación de aquellas palabras grabadas en la lápida de Teodoro Wexler podía resumirse solo si se expusiera en forma detallada los acontecimientos acaecidos durante el verano del año mil nueve noventa y nueve. Teo, como lo llamaban prácticamente todos, era físico. Tal vez como una marca del destino o como una broma hacia sí mismo, Teo se encaminó hacia la teoría. Nunca eligió realmente. A los doce años lo llevaron a una prueba de aptitud y casi sin mediar tiempo estaba en la Universidad Tecnológica de Meridian, en Alabama cuando aún no le crecían vellos en el cuerpo. A los trece años diseñó un dispositivo para recalibrar el peso de los protones y así poder estimularlos para que giren a la velocidad deseada. Unos meses más tarde patentó una idea que de tan simple rozaba la genialidad: un artefacto que volaba, sin combustibles ni propulsión a base de de reacciones físico-químicas del armazón de la nave. En lugar de usar metales carbono o plás...
El viento se llenó de esporas. Arremolinándose como un caracol de aire flotando en el espacio arrastrando árboles, animales y piedras se perdía a lo lejos dejando el recuerdo turbulento de apenas unos instantes. Cuando todo volvió a la calma algunos animales que habían logrado esconderse bajo la tierra asomaron sus cabezas con cautela, olfateando y observando con miedo si aquel fenómeno destructor se había retirado definitivamente o si por el contrario aun estaba allí agazapado, esperando el momento oportuno para atacar. Las tormentas solares se habían hecho más intensas en los últimos tiempos y la extremada delgadez de la atmósfera hacía que aquello repercutiera de manera fuerte sobre el planeta y sus habitantes produciendo cataclismos, terremotos, tornados y remolinos acuáticos. Pero sobre todo, lo que había cambiado para siempre la faz de la tierra eran aquellos vientos. Los llamaban los "vientos de fuego" ya que arrasaban todo con temperaturas de casi quinientos grados d...