Galiano se montó en su carro volador y dirigió sus pensamientos hacia el cielo infinito. Extendió sus brazos en alto y gritó con todas sus fuerzas. Las huestes angelicales le respondieron con el eco de mil voces y sus músculos se contrajeron hasta que la tensión se hizo tan intensa que su mente recibió la influencia de todos los santos. Tomó velocidad, midió el espacio a su alrededor y calculó que si seguía a esa velocidad sus chances de sobrevivir al impacto eran casi nulas. Así y todo continúo acelerando hasta que parte de su cuerpo comenzó a desintegrarse. Las moléculas de su ser se abrían paso a través de las tinieblas y conformaban un espectro de extraña conformación. Luces brillantes de colores: fucsias, amarillos y verdes incandescentes se aglomeraban mutando de energía pura a materialidad inconsistente. Aumentó la velocidad. Con su boca ardiente iluminó el espacio vacío y lo llenó de estrellas. Creó un nuevo mundo en instantes. Los habitantes de la nueva constelación agradecier...
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Mostrando entradas de mayo, 2011
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A la mañana muy temprano los ecos de la noche aún buscan su lugar en la luz. Para Sigmundo Kantor la bruma se había despejado y su mente se llenó de recuerdos. Cuando aún estaba vivo, solo unas horas antes, la idea de no pertenecer más al reino de los mortales le era tan ajena como insensata. Ahora, mientras navegaba en su pequeña embarcación personal hacia las esferas más recónditas de la oscuridad nada parecía más importante que encender su antorcha. El velero llegó flotando en la oscuridad hacia algo parecido a una vía de un tren abandonado. Una vez alineado con las vías salió disparado con violencia. El estómago ahora inexistente se contrajo en un vacío irreal y sintió el vértigo del despegue. Lejos de allí, el mundo parecía de goma blanda. Al poco tiempo no recordaba haber estado en ningún otro lugar que en su velero sin velas. El nuevo mundo lo había tragado. Un día se levantó de un largo sueño y tuvo un vago recuerdo. Creía recordar haber vivido antes en algún lado, un pasado qu...
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Desde los tiempos de la reina Ananá, los diatones se refirieron a los extranjeros como los aperturantes por su afición a comenzar diversas cosas. La política local prohibía taxativamente cualquier iniciativa y era castigado en algunos casos con una bolsa llena de monedas de oro. Nadie quería que sus amigos y parientes fuesen humillados de tal modo y evitaban con ahínco hasta la más mínima intención de efectuar algo con aire de comienzo. Hasta que un día llegó Matutí y lloró mucho, tanto que inundó los valles y los ríos desbordaban cocodrilos y peces muertos. La espuma baño las pésimas construcciones de los diatones y con ella hicieron unas extrañas artesanías que luego vendían en las ferias a cambio de restos de mijo, latas viejas o choclos. Nadie sabía nada acerca de la existencia de grandes ciudades no lejos de allí y fueron tan infelices como cualquier otro pueblo, pero no más. TATIANA OUKOTZ "HISTORIAS DE LA CRECIENTE", 1978 ED. FLAMENA
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Los textos de los Arraníes se dividían en dos clases: los de escritura nináloga y aquellos escritos en ramadeo. Los Callapíes en cambio tenían solo una forma de escritura emparentada con los pictogramas de los Anaquetíes, que tenían un origen común con los Poctos de Amanecea. Sin embargo los historiadores no han podido establecer si el silabeo triple de los Yuríes era de orígen Otomí o Zincal. La interacción de las vocales con ciertos chasquidos emitidos con los labios fue cuidadosamente investigada en tiempos de la ocupación Minoíta sin obtener grandes resultados. Finalmente los Yutras que los conquistaron impusieron una tradición de relatos orales y todo el conocimiento acerca de la escritura se perdió. Mejor así. MONSEÑOR RAMÓN ARÁOZ-GUADALAVERJA, 1599 LAS LENGUAS EN LA TROPICALIDAD, CODEZ SUR, LIBRO SEXTO
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Aún con las sabanas tibias arrastraron el cuerpo helado de la reina hasta la recámara del embalsamado. Sus pajes vestían negras túnicas y sus herederos ropajes de dorados. El cetro se hallaba en poder del albacea de la corte y la corona guardada bajo llaves. Sobre una piedra la colocaron. Sobre ella llovieron telas blancas y livianas. El fuego se expresó en naranja y amarillo y los ojos la reina se derritieron como jabón. El sabueso real mostró los dientes y la comadrona del castillo aullaba como una loba. Los cincuenta nietos corrían alrededor de la pira funeraria sin importarles más que la diversión de las chispas. Al amanecer solo quedaban cenizas. La muerte había hecho su trabajo evitando cuidadosamente las pasiones que encienden los recuerdos. Se la llevó al otro mundo, el mundo de los vivos. LAS GARRAS DEL SAPO Madeleine Albrecht, (1799-1845)
LA GRAN INSTITUCIÓN
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Carmelo confesó sus pecados. El sumo sacerdote lo miró con desdén y lo pateó con violencia. Desde el piso el hombre rogaba por su vida. El candelabro tembló y cayó sobre su rostro clavándole una punta de acero afilada en la córnea. De la furia pasó su santidad a la frialdad más helada y con lentitud se arrodilló frente al cuerpo lacerado de Magnul el Locuaz que con el ojo explotado parecía una fruta madura reventada por un insensato. Con parsimonia propia de un oficial de los dioses, acercó sus labio al oído sangrante del infeliz Magnul y le mordió la oreja hasta arrancársela. Cuando se levantó con la misma calma, su túnica blanca quedó salpicada de gotas rojas. Volvió al púlpito. Los feligreses miraban en respetuoso silencio, algunos murmuraban para adentro una oración. El juicio había sido impecable y la confesión arrebatada con amenazas y engaños había servido para dejar tranquila a la concurrencia. Magnul era culpable. Se lo dejó vivo. Vagó sin rumbo el resto de sus días y se alim...
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LOS CAMINOS DEL SEÑOR SON INSONDABLES. EL ARCO DE TRIUNFO CELESTIAL SE REPARA SOLO Y LAS INFINITAS MOSCAS DEL ÉTER SE CONDENSAN EN UNA NUBE OSCURA. ES EL ALIENTO DE LA HIENA. EL FIN DE LOS TIEMPOS. LA EXÉGESIS DE LA FINITUD. CUIDAOS HERMANOS Y HACED VUESTRAS TAREAS. LA BIBLIA SECRETA LINDON TAMUS, 1627 CODEX LIBRIUM
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Un ente de alto porte y dentadura extensa. Cien brazos enrollados como mangueras detrás de algo que parecían alas sin nacer. Los rulos de su cabello de hierro descomponían el espacio en tríadas elementales como polen flotando en el éter. Su cuerpo delicado y perfumado con el aroma de mil rosas daba la sensación de brotar de un manantial de fibras. Cuando habló en su peculiar idioma, resonaron las notas de un millón de niños del coro angelical. Nunca supimos que dijo, ni que quería. Lo matamos antes y somos culpables. Tuvimos miedo y ahora lloramos su ausencia. LOS MONTES OSCUROS JONATHAN PERDINGALE, 1976 ED. Premium
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Entraron en pánico. La salida estaba cerrada y a sus espaldas solo había una gigantesca escalera de mármol con escalones tan altos que debían ayudarse para subir cada uno. La baranda era de madera lustrada y por lo tanto resbalosa. Afuera se veía por el vidrio a cientos de zombies hambrientos intentando entrar. Yuyito abrió los ojos. No había zombies, ni escaleras fuera de escala. Todo era normal. -Menos mal - se dijo -estamos a salvo. La secretaria de vestido corto y piernas perfectas tomaba té. La indiferencia reinante se parecía más a la realidad. Suspiraron los cuatro y Yuyito hasta sonrió. La muerte no era tan mala entonces. Era como estar sin estar. Aburrirse de uno y ser todos. Los zombies solo existían en el mundo de los vivos. MARGARITA SALZ, 2005 (YUYITO Y LA MUERTE, ED: CANALEJOS)
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Los celos son como alacranes dormidos, inertes y acuclillados, pasajeros de almas turbulentas. A veces despiertan y nos inyectan su mortal veneno llamando al éxtasis del dolor. Pequeños y llameantes, derraman su cruel néctar en nuestras venas emocionales. Luego se van como vinieron, en silencio y a hurtadillas. Nos relaja su ausencia y el olvido ayuda a mitigar el vacío. Pero los escorpiones han dejado sus huevos, futuros núcleos de desgracias por venir, silenciosas y ocultas fantasías de destrucción y muerte. Habitan el espacio húmedo de la soledad en penumbras, duermen sus siesta sin tiempo hasta el sonar de las trompetas que llevan al repentino despertar y mucha hambre. Ojos como muecas negras, labios tan amargos y mortíferos como agujas de hierros oxidados y voracidad, inmensa voracidad, ganas de comerse todo, de ingerir, digerir, convertir en otra entidad, destruir lo creado, desgarrar el alma con los pesados ácidos de la descomposición. Vienen para quedarse nos cantan las cancion...