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Mostrando entradas de junio, 2012
El espacio se curvó como por accidente en una dirección imprevista. La lánguida esfera probó ser tan pura y cristalina. La porción de luz que habitaba en sus ojos se presentó roja. bermellón y carmesí. El ingrediente fundamental para encontrar el punto oscuro era diáfano ante los ojos de aquel hombre al que llamaban el camaleón. No por azar se revistió de plata y marfil con gemas de brillantes y agregados de piedras negras. Sabía -como solo saben los que saben que saben- que la intención no valdría nada sin un gesto que respirara e invocara alguna clase de cualidad de un orden en extremo complejo. Por eso se negó a recibir ayuda del cielo. El costo, el pago y la presión podrían haberlo matado en un instante y eso era lo último que quería el inmortal. Su paso por la colmena de la vida le había sido de utilidad para conseguir algunos datos, apenas unos pocos, que lo harían aún más traslúcido y efervescente. Cuando algunos milenios atrás recibió aquel apodo -el camaleón- comprendió desde...
Era la tierra sagrada. Un punto  de luz en el espacio. Tal vez alguna clase de error voluntario por parte del Creador. Como si hubiese querido engañarse a sí mismo, una trampa al ojo divino. Se trataba de un pequeño pueblo insertado dentro de una inmensa ciudad. Había árboles, parques y un inmenso río cuyas aguas traían el llamado al vínculo con el otro mundo. Las formaciones de nubes en aquellos espacios eran soberbias. Cualquier día nublado podían verse yunques gigantes, barcos voladores, dragones enfurecidos o solamente una bruma que convertía el horizonte en nada. Una puerta al infinito, un estallido de vacío. La llamada del más allá, una sombra del infinito desplegándose sobre el cielo. Nacían de allí astromelias y totoras.; líquenes y papiro, sauces, paraísos y jacarandaes. Volaban halcones, búhos blancos y graciosos pajarillos de colores. Para vivir allí había que aprender ciertas reglas, un código sumamente dificultoso para los extraños pero natural y lógico para ...
Y Latia tuvo una visión. Elefantes, cientos, tal vez miles de grises y gigantes bestias con colmillos blancos como el mármol. Se acercaban al unísono con paso tranquilo pero inquietantemente firme. Los de adelante levantaban la cabeza en señal desafiante y sus colmillos relucían a la luz del atardecer naranja y fucsia. Los últimos rayos del sol se colaban sobre el marfil hiriéndolo de luz. Como una clara miel espectral, el astro del círculo de oro bañaba a la inmensa congregación mamífera convirtiendo la inmensidad en un derroche de belleza salvaje natural y sobrecogedora. Con cada pisada el suelo temblaba y como un magma de inteligencia ancestral y lejana, los elefantes parecían saber el espacio que ocupaban en el diagrama infinito de la existencia. Había miradas feroces y sin embargo totalmente carentes de agresividad. Era la expresión de un estado de acuerdo con la totalidad que los hacía parecer bestias santas. Los había de varios tamaños, desde grandes criaturas cuyas ore...
Un día le preguntaron a la doctora Romina Pagliaro su opinión acerca de algunas teorías acerca de la indivisibilidad del orden material. La doctora contestó: "La integración de diversas unidades energéticas en un mismo espacio está sujeta a la disponibilidad de algo que podríamos denominar como el fermento de la totalidad. Un eje cardinal a través del cual se dirimen las tendencias opuestas observadas entre lo potencial y lo emergente. Desvincular ambas sustancias de su origen inmaterial es como intentar rebanar un pan con un dedo. La vitalidad creciente de los campos actuantes se renueva con cada nueva interacción. Las hebras del infinito se tejen en lo que los humanos llaman destino. Sin embargo no existe tal cosa como lo imaginamos sino que son copias polares, cálculos de posibilidades que se reproducen como espejos incesantes que se replican a sí mismos. La formación de espacios eventuales en los que colapsan millones de células, órganos, cuerpos y sistemas está dada por su...
La educación del pequeño Jara se basó en ciertos principios y hasta en algunas experimentaciones del profesor Yamada.  En lugar de enseñarle los rudimentos del habla, le enseñó a emitir toda clase de sonidos de modo que el niño era un interjeccionista fuera de serie desde pequeño.  En lugar de enseñarle a leer y escribir, lo impulsó a hacer toda clase de garabatos, signos inventados y a comunicarse de la forma en que mejor lo sintiera.  De todos modos el niño adquirió la capacidad del habla, aunque más por curiosidad propia que por educación formal. Tampoco el niño supo de juguetes convencionales ni de pelotas, autitos o cosas similares.  Sus juegos infantiles estaban más relacionados con una ecléctica modalidad lúdica y de entrenamiento mental y corporal. Masticar toda clase de yuyos, hacer cabriolas sobre azoteas en pisos altos, enmendar ropa vieja, gritar en lengas muertas y lamer piedras.  Comunicábase Jara, con todos los insectos, los pájaros...
Una visión estalló en su mente. De pronto todo fue claridad y desconsuelo. La impresión fue tan intensa que solo pudo llorar. Vio, claro como un manantial, el fin de todos los tiempos. La destrucción. El dios de la guerra reclamando su reino. Jaurías de fuego alado vomitadas por las entrañas del cielo caían sobre la tierra enturbiando las almas y socavando los ánimos. Las luces se apagaban y la noche se adueño del mundo como un espectro sin forma. El hálito caliente y vertiginoso del hierro fundiéndose con la carne, el magma incandescente inundándolo todo hasta derretir los huesos. Fue la fracción de una milésima de la más pequeña de las unidades imaginables y sin embargo se grabó en su interior como una cicatriz imborrable. Muchos años después, ya en los días del atardecer, recordaba aquel fragmento de luz que se había incrustado en su imaginación como un recuerdo anclado en la memoria de lo que nunca fue y se dio cuenta, que aquello fue solo un recuerdo de un futuro diseñado para o...
El septuagenario Ilotas Redanovic se paró sobre una gran roca colocada por los tiempos sobre las márgenes del río Au y miró al cielo en busca de inspiración. Las nubes se corrieron como por una orden secreta y silenciosa y el sol asomó con la fuerza inspiradora del Creador de Todo. El amable hombre levantó sus portentosos brazos forjados en la arena de la lucha por la libertad y sus dedos se tensaron en un gesto de poder. Ante el viento, el fuego y la tierra entonó un salmo de tal hermosura que los ángeles de  la cristiandad y los genios milenarios de Arabia y Babilonia se congregaron en círculo a su alrededor en respetuoso silencio. Mientras tanto desde los barcos, los capitanes señalaban al cielo y algunos se arrodillaban a rezar a sus dioses. Una línea de luz interestelar se abrió paso por las fronteras de la inmensidad y volaron desde el centro del sol cien mil seres de túnicas blancas, viajeros de la totalidad. Un magma ardiente fluía desde sus ojos y el cielo se tiño de rosa...